En 1989, Rafael Segovia decía lo siguiente: “El PRD es Cuauhtémoc Cárdenas. La peor encuesta de opinión nos enseña la popularidad del segundo y la indiferencia del público cuando del primero se trata… La situación recuerda de manera sorprendente la postura de De Gaulle fuera del poder: la legitimidad yo la encarno, los partidos son deleznables y politiqueros, son presas de ambiciones particulares inconfesables, la política es un charco de ranas, ergo o se me entrega el poder, a mí y a los míos —nunca a un partido—, o vamos al desastre”[1].
Cambie usted PRD y ponga MORENA; cambie a Cárdenas por López Obrador y el párrafo ilustra lo que subyace a la actual crisis morenista. MORENA todavía no es un partido, sigue siendo un movimiento en busca de identidad. Es más una colectividad amorfa con un vínculo identitario con AMLO, que un partido bien estructurado. Su éxito electoral se debe a múltiples factores: el liderazgo populista de AMLO; la red clientelar que malamente crearon a partir de los programas sociales; el desencanto con el PRIAN; y los aciertos en materia laboral del sexenio anterior, entre otras cosas. Pero ningún éxito deriva del partido como tal, simplemente porque —insisto— todavía está en ciernes y depende de la figura del líder populista.
Si algo demuestra la coyuntura actual es que este liderazgo no es transferible. No es casual que AMLO nunca haya fortalecido a MORENA. No le convenía y no le conviene. Un partido fuerte requiere menos de un líder fuerte. AMLO suscribiría lo dicho por De Gaulle: o se me entrega el poder, a mí y a los míos o vamos al desastre. Por eso es tan dañina la crisis que hoy viven las filas morenistas. Adán Augusto López es uno de los suyos, pero no es cualquiera. Su defenestración es un golpe que afecta no a uno de los andamios, sino al sostén mismo del movimiento: AMLO. Por eso coincido con Jorge G. Castañeda en que Adán no se irá a ningún lado. Se equivoca quien cree que el golpe en la mesa le convendrá a la presidenta. Sheinbaum no tiene con qué enfrentar este vacío de poder ni podrá evitar las represalias de AMLO -como recomiendo Maquiavelo cada vez que se afecta a alguien poderoso.
Además, la crisis se da en el peor momento posible. Los resultados de Durango y Veracruz fueron demoledores para MORENA en muchos aspectos. Estos últimos comicios demostraron que el movimiento no es invencible. La fórmula para derrotarlos está ahí, en la unión entre la inexperiencia electoral de la actual dirigencia electoral, las malas candidaturas morenistas y las buenas campañas de los opositores. En momentos como este, mal harían en dividir aún más a un movimiento-partido que apenas empieza a estructurarse. Adán —para mal y no para bien— no es sólo él, sino una pirámide de poder que se extiende a lo largo y ancho del país.
Pero bueno, cuando veas a tu adversario equivocarse… deja que siga.
@MartinVivanco
[1] Segovia Rafael en “Partidos a la deriva”, Unomásuno, 4 de diciembre de 1989.