El jueves de la semana pasada nos enteramos de la mayor filtración de datos sensibles del Ejército mexicano en su historia: 6 terabytes de documentos sensibles. Apenas comenzamos a atisbar los escándalos que saldrán de toda la información revelada. El ciberataque es una muestra de la enorme vulnerabilidad de los sistemas de seguridad de la máxima instancia de seguridad del país. Sin embargo, México no ha sido el único país atacado. Chile fue víctima de un suceso similar hace unas semanas. La reacción del gobierno chileno pinta de cuerpo entero la irresponsabilidad que campea en nuestro país. Veamos.
Los hacktivistas del grupo Guacamaya robaron más de 400 mil correos electrónicos del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Chile (EMCO) —que agrupa las tres ramas de las fuerzas armadas y trabaja junto al Ministerio de la Defensa—. Fueron intervenidos los correos de 162 funcionarios entre 2012 y mayo de 2022, aunque la mayor parte y también la más relevante se concentra desde 2018 y cubre los operativos realizados tras las manifestaciones sociales iniciadas el 18 de octubre de 2019, donde alrededor de treinta personas perdieron la vida.
La filtración llevó a la renuncia expedita del jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Guillermo Paiva y obligó a la ministra de la Defensa, Maya Fernández, a suspender una gira que realizaba con el presidente Boric en Estados Unidos. Fernández por órdenes de su presidente, abandonó sus asuntos de manera inmediata para liderar la respuesta frente a los ataques. Además, el congreso chileno citó a comparecer a los tres jefes de inteligencia de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y a la ministra Fernández. En resumen: en el país andino los funcionarios toman en serio su responsabilidad política y pusieron manos a la obra para explicar qué pasó y qué harán para que no vuelva a suceder.
Acá la reacción fue otra. AMLO minimizó lo ocurrido, dijo que no tenía nada que esconder y puso una canción de Chico Che. Nadie de la Sedena ha renunciado ni asumido responsabilidad por lo sucedido. Aquí siempre la ignominia antes que la renuncia. El Congreso, dominado por el oficialismo, no ha citado a comparecer a nadie ni lo hará. Más aun, esta misma semana se aprobó en el Senado una reforma que le da más poder a las fuerzas armadas (sí, a esas mismas que hackearon); el secretario de Gobernación prepara una consulta para validar la militarización del país y el presidente anunció que ahora además se harán cargo de una aerolínea. No basta que ya estén involucrados en las aduanas y en la construcción del Tren Maya y el aeropuerto. Tampoco se reparó en que hoy sepamos —gracias al hackeo— que ese Ejército espía inocentes, pacta con delincuentes, abusa sexualmente de mujeres y opera selectivamente sobre el territorio. Se optó por pasar la página, hacerse de la vista gorda, poner una canción jocosa y decir abierta y burdamente que no se investigará.
Es realmente preocupante que el presidente no dimensione lo que pasó y que su actitud denote una falta total de responsabilidad política. Mientras en Chile se tomaron en serio el problema, acá nadie hace nada, el presidente responde con ocurrencias y se lo toma con humor. El problema es que no es ningún chiste.
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Abogado y analista político