Grito y desfile, éxito rotundo ¿nuevos tiempos?
Uno de los sueños mexicanos más acariciado es sacarse el premio gordo de la lotería. No hay comprador de billetes de la ilusión que no haga cuentas del destino que tendrá el gordo que, esta vez, sí llegará. La estrategia es que al cumplirse el ensueño se mantenga el secreto, para evitar la llegada de los pedinches, aunque es claro que hay signos de delatarán al ganador del premio. El dinero y el amor, aunque se intente, no pueden ocultarse. Me imagino que algo similar puede pasarle a la presidenta Sheinbaum. Ella tal vez no quiere que se note, pero no es tan fácil ocultar los beneficios que traería consigo marcar su raya respecto del gobierno anterior. No necesariamente con el líder del movimiento, lo que vaticino no pasará, pero si con algunas de las múltiples facciones que antes se llamaban tribus.
Los mexicanos son buenos para el aguante. No obstante, por más aguantadores que parezcan, es evidente que nadie aguanta más de un sexenio presidencial. Así hablemos de las estrellas de la política histórica como fueron el General Cárdenas, el presidente Miguel Alemán, o Adolfo López Mateos. Ninguno de ellos, ni de los demás, pasa la prueba sexenal. Una virtud del sistema político mexicano, ya lo había dicho Vargas Llosa con la dictadura perfecta. Ni siquiera cuando llegó la alternancia, nadie, ni sus seguidores, hubieran soportado un día más de Fox, tampoco un mediodía de Peña Nieto. AMLO aparte, un fenómeno con una aprobación popular 68 por ciento, la historia está por escribirse.
Cuando se supo de la detención de Hernán Bermúdez en Asunción, Paraguay, y de lo que implicaba para la política nacional, hice un comentario ligero, equivocado, al señalar con escepticismo que no pasaría nada. Un político profesional me corrigió, con razón, diciendo que claro que algo crucial efectivamente había pasado. La captura impulsada por las autoridades de seguridad mexicana del exjefe policial, ligado estrechamente a una figura política de primera línea del movimiento que encabeza AMLO, como el senador Adán Augusto López Hernández, precandidato presidencial, es un rompimiento oficial con un grupo poderoso de la 4T. Es un signo de autonomía presidencial, si bien no significa el abandono de la propuesta política. Pero no es la única señal.
En visita reciente al Palacio Nacional, Marco Rubio, el secretario de estado de EU, declaró que “no hay ningún gobierno que esté cooperando más con nosotros en materia de seguridad que México”. Rubio, un recalcitrante conservador que declaró las peores cosas de AMLO, da un giro inesperado que tiene efectos internacionales, pero particularmente nacionales. El giro es que la política exterior del momento resulta ser la mejor política interior.
Rubio había declarado que AMLO respaldaba dictaduras como Cuba, Venezuela y Nicaragua; que el país estaba controlado por los cárteles de la droga; que el presidente mexicano se dedicaba “a decir disparates”, pidiendo pruebas de sus acusaciones de legisladores de EU de colaborar con el narco. El elogio al gobierno de Sheinbaum le da un empujón al péndulo que millones de mexicanos esperan siga su curso, dejando atrás el sexenio pasado que muestra signos de un colapso inevitable.
Por lo pronto veremos cómo actuará el nuevo poder judicial federal en los asuntos penales en proceso, particularmente respecto de los imputados ligados, hasta familiarmente, con cabezas de la 4T.
Profesor de la Facultad de Derecho, UNAM. drmelgar@ccn-law.com