La llegada de un compadre, amigo y paisano del presidente Andrés Manuel López Obrador a Pemex ha sido una desgracia para la principal empresa de México y para el país. Era de esperarse que alguien como Octavio Romero Oropeza , un ingeniero agrónomo sin experiencia en el sector energético ni financiero, fracasara como administrador de la petrolera nacional, pero había la esperanza de que se rodeara de personas capaces para sacar adelante a la compañía. No sucedió.

Tres años y dos meses han transcurrido desde que Octavio Romero asumió la dirección de Pemex y todo ha sido malas noticias: la producción petrolera, la cual se dijo aumentaría a 2.4 millones de barriles en el sexenio, no ha logrado pasar de 1.6 millones de barriles; a las seis refinerías se les han inyectado miles de millones de pesos y aun así se siguen importando siete de cada 10 litros de gasolina que se consumen en México; del proyecto oneroso y caprichoso de la refinería de Dos Bocas, ni hablar; en abril de 2020 Pemex perdió el grado de inversión, por lo que tiene que pagar altos rendimientos a los inversionistas para que compren sus bonos; sigue imperando la corrupción, el amiguismo y el tráfico de influencias y hay nuevas empresas favoritas a las que el director general y su segundo de abordo, Marcos Herrería , director de Administración y Finanzas, les han entregado contratos al por mayor.

La aparente transparencia que ordenó el Presidente ante el escándalo de la casa que habitó su hijo mayor, José Ramón López Beltrán , en Houston, propiedad de un exalto ejecutivo de la contratista de Pemex, Baker Hughes, terminó por desnudar también a su paisano y a su primer círculo de funcionarios, quienes han estado más preocupados por entregar contratos a empresas favoritas que por dirigir la empresa.

La semana pasada Octavio Romero fue llamado a la conferencia matutina del Presidente para intentar explicar que Baker Hughes no ha sido la única beneficiada por Pemex en este sexenio, aunque a la fecha registre contratos por más de 20 mil millones de pesos, más del doble de lo que obtuvo en el gobierno de Enrique Peña Nieto , de los cuales por lo menos 7 mil 589 millones son contratos en activo.

En la información estadística presentada, la cual no está disponible de forma completa en su portal de transparencia, se pasó por alto la preponderancia que tienen otras empresas que antes no figuraban entre los principales contratistas de Pemex. Es el caso de Opex Perforadora, filial de Perforadora Profesional Akal-I, y con la que, en conjunto, acumula contratos por 16 mil 493 millones de pesos en lo que va del sexenio.

Ambas firmas tienen al mismo director general, César Augusto Granados Santos , cuyas gestiones con la división de Pemex Exploración y Producción han permitido que sus servicios cuenten con los mejores historiales de pago, es decir, de los más de 16 mil millones de pesos que han facturado en los últimos tres años, se les ha cubierto 93%.

La deuda de Pemex con Baker Hughes asciende a 2 mil 927 millones de pesos, por lo que hasta el momento se ha pagado 61% de los 7 mil 589 millones que se encuentran en activo.

A Schlumberger, con contratos por 13 mil 50 millones de pesos, se le deben 2 mil 569 millones, poco más de 20%. A la filial de Tenaris-Tamsa, o Tubos de Acero de México, se le adeudan mil 145 millones, 11% de los 10 mil 794 millones que la empresa entregó en servicios para Pemex, mientras que a Halliburton le deben 3 mil millones de pesos, 31% de los 9 mil 601 millones que facturó a la petrolera.

También se confirma que las otrora empresas encumbradas en gobiernos pasados, Marinsa y Grupo R, son las compañías defenestradas por el actual gobierno. La primera recibió entre 2018 y 2019 cinco contratos por 6 mil 487 millones de pesos, de los cuáles aún le adeudan 445 millones. A las empresas de Grupo R están por pagarles 209 millones de pesos de adeudos rezagados. Nada más.

En Pemex no ha cambiado nada. No se acabó la corrupción, ni el tráfico de influencias, ni se logró sacar a la empresa del hoyo. Al revés: la crisis que vive la petrolera se profundizó. Octavio Romero, a quien no ven bien los secretarios de Gobernación ni de Hacienda, y mucho menos la cuestionada secretaria Rocío Nahle , se quedará ahí porque su paisano así lo manda. Y que el país se joda.

@MarioMal
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