El Presidente no iba a dejar pasar la venta de Banamex como lo que debió ser: una operación exclusiva entre privados. El fantasma del Fobaproa, los impuestos que no se pagaron cuando pasó de manos mexicanas a extranjeras –a Citi– y en general la animadversión contra los empresarios que crecieron al amparo del salinismo, fueron suficientes motivos para que Andrés Manuel López Obrador se entrometiera en la operación.
Tanto le importaba la venta que un día después del anuncio de Citi, el 11 de enero de 2022, el Presidente salió de su convalecencia por Covid-19 para pedir que se “mexicanizara” Citibanamex, es decir que regresara a manos de inversionistas nacionales, y mencionó nombres de empresarios con capacidad económica, algunos de los cuales ya habían manifestado interés en el negocio: Ricardo Salinas Pliego, Carlos Slim, Carlos Hank González y Javier Garza Calderón.
En el camino se fueron sumando interesados, entre ellos los bancos extranjeros que ya compiten en en México, como Santander, HSBC y Scotiabank, así como otros empresarios, entre ellos el entonces presidente de la Asociación de Bancos de México y accionista mayoritario de Grupo Mifel, Daniel Becker. Los empresarios mencionados por el Presidente hicieron sus propuestas formales, salvo Salinas Pliego, quien se bajó pronto del proceso.
El Presidente siguió imponiendo condiciones. Además del interés para que el capital del comprador fuera mexicano, también pidió que estuviera al corriente del pago de impuestos, que el patrimonio cultural de Banamex se quedara en México, que se pagaran impuestos por la operación y que no se despidieran empleados en una eventual fusión con un banco ya existente. Dichas “cláusulas” sacaron a varios interesados de la puja.
A la par, otros interesados como Banorte de la familia Hank, tras echar un ojo al cuarto de datos y valorar los activos de Banamex, decidieron no seguir en el proceso. Y así se fueron descartando uno a uno, hasta que al final quedó el Grupo México de Germán Larrea. A mediados de marzo de este año, Daniel Becker dijo que aún seguía en el proceso, pero en realidad el único que había puesto una oferta sobre la mesa era Larrea: 7 mil millones de dólares, la posibilidad de hacer la operación vía la bolsa de valores y una negociación posterior por los pasivos contingentes del banco.
A Citi siempre le pareció muy baja esa valuación. Los integrantes del equipo directivo encabezado por Jane Fraser creían que valía entre 8 mil y 9.5 mil millones de dólares, por lo que vender a un descuento de 10% era arriesgado para los inversionistas del grupo estadounidense. La negociación, sin embargo, se mantuvo hasta que el presidente López Obrador volvió a meterse, al decir que si Larrea no compraba el banco, se alegraba, porque el gobierno seguía interesado en hacer una asociación público-privada.
Esa intromisión del Presidente por querer convertirse en accionista de Banamex, y no el pleito del gobierno con Larrea, fue lo que orilló a Citi a ejecutar su plan B: llevar el negocio a la bolsa de valores a través de bancos de inversión y colocadores que dejarían la mayoría de las acciones en manos de inversionistas institucionales, es decir grandes gestores de activos internacionales y fondos de pensiones.
La apuesta del Presidente también era que no se quedara Larrea con el banco, luego de saber que era asesorado por Pedro Aspe, secretario de Hacienda del salinismo, y Javier Arrigunaga, exdirector del banco y del extinto Fobaproa. AMLO también sospechó de la mano de uno de los exdueños de Banamex, Roberto Hernández, quien en 2006 se definió como el “villano favorito” de López Obrador.
Posdata 1
Pudieron más las revanchas y los ajustes de cuentas con los empresarios a los que considera “la mafia del poder” que los 2 mil millones de dólares que el propio AMLO calculó que ingresarían vía impuestos a las arcas del Estado por la venta de Banamex.
En este encontronazo también perdieron dos integrantes de la 4T, uno en activo y otro fuera del gabinete, quienes estuvieron acompañando de cerca la operación: el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, y el enlace del Presidente con empresarios, Alfonso Romo. Y ni se diga los usuarios de la banca, pues la llegada de un nuevo jugador le habría inyectado vitalidad y competitividad a un negocio que solo en el primer trimestre de este año generó más de 70 mil millones de pesos de ganancias.
Posdata 2
La declinación del Partido Verde Ecologista de México en Coahuila fue un gesto de buena voluntad de sus dirigentes a Morena, de cara a lo que vendrá en 2024, aunque en ambos lados saben que no hará la diferencia el día de la elección. Salvo que suceda algo verdaderamente extraordinario, el candidato de la coalición PRI-PAN-PRD, Manolo Jiménez, se llevará la gubernatura. Lenin Pérez, el candidato que se rebeló a los designios de los jerarcas de PVEM, busca más bien la supervivencia del suyo: la Unidad Democrática de Coahuila con el que iba en alianza con el Verde.
Lo cierto es que este movimiento estratégico del partido de Jorge Emilio González en Coahuila servirá para negociar con Morena algunas de las candidaturas en 2024. Una de las más relevantes para el fundador del partido y para uno de sus líderes, Manuel Velasco, es la de su estado natal, Chiapas, donde aún está por verse si irán juntos o separados con Morena. Por lo pronto, el coordinador de los senadores federales ya dice en reuniones privadas que el candidato del PVEM en esa entidad será el diputado federal, Luis Armando Melgar, quien lleva varios meses recorriendo el estado. Del lado de Morena están el director del IMSS, Zoé Robledo, y el senador Eduardo Ramírez Aguilar. Mucho por jugar todavía de aquí a que se definan las candidaturas del próximo año.
@MarioMal