En abril pasado, tras el desplome definitivo de Félix Salgado Macedoni o como candidato a gobernador de Guerrero, Andrés Manuel López Obrador le comunicó a Irma Eréndira Sandoval que dejaría de ser la secretaria de la Función Pública. La guerra sucia de los Sandoval –Pablo Amílcar e Irma Eréndira– contra el impresentable amigo del presidente fue la gota que derramó el vaso e hizo que la hija del político comunista Pablo Sandoval cayera de la gracia del líder moral de la 4T.
Los pecados de Sandoval eran muchos y graves: la acumulación de por lo menos cinco casas y un terreno, cuyas adquisiciones no pudo comprobar con sus ingresos como funcionaria pública; la exoneración del actual director de la CFE, Manuel Bartlett , quien también fue exhibido por las numerosas propiedades y los contratos a sobrecosto que obtuvo su hijo con el actual gobierno; el Informe de Resultados de la Cuenta Pública 2019 de la ASF que evidenció irregularidades por más de 100 mil millones de pesos en el manejo de recursos públicos, y los cada vez más estridentes comentarios de su esposo John Ackerman en contra del movimiento político de la 4T.
La razón por la que Sandoval siguió despachando en su oficina durante más de dos meses fue porque el presidente esperaba a que transcurrieran las elecciones del 6 de junio para anunciar los ajustes en el gabinete, pues considera que los cambios en su equipo cercano son signos de debilidad. AMLO tampoco tenía claro quién sería el sucesor de la supuesta “zar anticorrupción”.
Previo a su salida, Irma Eréndira movió algunas piezas para proteger a su personal cercano, a quienes envió a los Órganos Internos de Control de las dependencias públicas. A la par, preparó con su equipo la relación de actas para el proceso de entrega recepción.
El entonces subsecretario de Fiscalización y Combate a la Corrupción, Roberto Salcedo , fue el más activo en cabildear con Palacio Nacional su nombramiento como nuevo secretario de la Función Pública. En su momento también buscó relevar a David Colmenares en la Auditoría Superior de la Federación, luego del escándalo por el cálculo del costo de la cancelación del Aeropuerto de Texcoco.
Salcedo se impuso y logró que el presidente lo designara como el relevo de Irma Eréndira.
Sin embargo, no es el mejor perfil para convertirse en el nuevo zar anticorrupción, pues está vinculado al salinismo. Pertenece al grupo de María Elena Vázquez Nava, la contralora General de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari.
Desde los años 90, la exfuncionaria posicionó a su despacho Vázquez Nava Consultores y Abogados S.C. como uno de los favoritos del sector público para servicios de auditoría externa; de ahí han surgido diversos perfiles que prestan sus servicios a la SFP.
El exsubsecretario asegura tener vínculos directos con López Obrador, y presume a sus cercanos que en su nombramiento no hubo intervención de la secretaria Sandoval, sino que vino directamente desde Presidencia. Pero los únicos vínculos comprobables para Salcedo son los que tiene con Vázquez Nava, toda vez que su hijo, Armando Salcedo Cisneros, es socio del despacho encabezado por la otrora contralora salinista.
Por si fuera poco, Tania de la Paz Pérez Farca, la primera subsecretaria de Responsabilidades Administrativas y Contrataciones Públicas de la Función Pública, también fue asociada senior de Vázquez Nava Consultores y Abogados. Pérez Farca fue destituida en mayo de 2020 y relevada en ese entonces por personal de confianza de Irma Eréndira Sandoval.
La caída de Irma Eréndira es también un golpe al corazón de los ‘ultras’ del gabinete, sobre todo por la forma como se anunció: el presidente la renunció, la exhibió en las redes sociales y con ello envió a un mensaje que refrenda sus dichos postelectorales: "En Morena hay quienes sólo ven por sus intereses personales, de grupo, y no alcanzan a entender que el poder sólo tiene sentido si se pone al servicio de los otros". A quienes lo quieran escuchar.
@MarioMal