Cuando Julio Scherer supo que el fiscal Alejandro Gertz Manero tenía la intención de incluirlo en una serie de denuncias y carpetas de investigación relacionadas con un grupo de abogados y empresas, fue a hablar con Andrés Manuel López Obrador. “Me voy a defender de las acusaciones, estoy preparando una respuesta en Proceso”, le dijo al Presidente, quien le pidió calma y le sugirió no ir por la vía mediática.
Fue entonces que entró en escena el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien intercedió por Scherer e intentó evitar el pleito de dimensiones estratosféricas entre dos pesos pesados, uno muy cercano al Presidente (su exconsejero Jurídico) y otro a quien AMLO le ha confiado su tranquilidad jurídica hasta el final de su gobierno y, más importante, durante la primera mitad del siguiente: el fiscal Gertz.
Las reuniones entre Adán Augusto y Alejandro Gertz fueron, en su mayoría, infructuosas: se encontró con un fiscal furioso, sin intenciones de conciliar y mucho menos de cejar en su agenda personal. Ese talante se reflejó también en la reunión de hace unos días entre Gertz y Scherer, la cual, lejos de mejorar la relación, la empeoró y detonó la carta explosiva que finalmente publicó el exconsejero este fin de semana en la revista Proceso, en la que acusa una conflagración entre el fiscal y la exsecretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, esta última enfrentada a muerte con Scherer desde el inicio del gobierno.
Más allá de las acusaciones cruzadas y de las investigaciones judiciales, lo que confirmó Scherer el fin de semana es el fracaso de la 4T con un fiscal espiado que intenta anteponer sus temas personales a los del país, presionando a la Corte y al Poder Judicial; a una exsecretaria de Gobernación y actual presidenta de la Mesa Directiva del Senado utilizando sus cargos para beneficiar a aliados y clientes de las notarías de su familia, y a un exconsejero del Presidente acusado de encabezar una presunta red de extorsiones.
Aunque el Presidente ha hecho poco por evitar el conflicto y no ha querido intervenir de forma directa (sino a través del secretario de Gobernación), las acusaciones mutuas de tres figuras clave de su gobierno son motivo de escándalo y se suman a las crisis que arrastra en prácticamente todos los frentes.
La gravedad de las acusaciones debería tener a todos los personajes en cuestión fuera de sus cargos públicos, pero ni el fiscal va a poner su renuncia sobre la mesa, ni la exsecretaria de Gobernación pediría licencia en el Senado para enfrentar los señalamientos. Y el Presidente ya dejó correr la sangre al río, por lo que aun intercediendo directamente para mediar el conflicto, el daño a la imagen de su gobierno está hecho.
Previsiblemente, lo que va a suceder es un alargamiento de la guerra: nuevas filtraciones de audios del fiscal, mayor presión de Gertz a los jueces, magistrados y ministros para desahogar sus temas personales, y nuevas insidias entre tres actores estelares de la trama de terror de la 4T.
En medio de todo, el secretario de Gobernación ya pasó de ser un mediador a tomar parte del conflicto por la presunta investigación que sí existe, según él mismo, en su contra por las inundaciones en Tabasco.
Posdata
La comparecencia del jueves en el Senado no fue lo que se esperaba por parte de la oposición: no hubo reclamos ni exigencias para el fiscal. La encabezó Ricardo Monreal y sólo participaron los coordinadores de los grupos parlamentarios. Entre lo más relevante que se tocó estuvo el tema del espionaje que provino del propio gobierno. También del caso de su familia política, Gertz dijo que respetará la decisión de la Corte. Y sobre la confrontación con Julio Scherer no dijo mucho más de lo que considera una “extorsión mediática”. Los legisladores se fueron con tientas, pues muchos también tienen expedientes abiertos en la FGR.
@MarioMal
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