A poco más de un año de la elección de 2024, la oposición lanza un grito desesperado: ¡se buscan liderazgos! con la calidad moral suficiente para enfrentarse a la maquinaria clientelar y al bono democrático con el que aún cuenta Andrés Manuel López Obrador. Se buscan candidatos o candidatas con la estructura y carisma para sumar más de 16 millones de votos –los que tiene en la bolsa el Presidente, según la consulta de revocación de mandato– y con capacidad para dirimir las diferencias partidistas para encabezar una mega alianza.
Los casi 500 mil mexicanos que abarrotaron la Plaza de la Constitución y sus calles aledañas el domingo pasado comparten ideales y una animadversión, pero carecen de una cabeza que les permita soñar con el cambio, y los que dicen serlo apenas lideran a las minorías o representan vestigios de regímenes que se ahogaron en el mar de la corrupción.
Para muchos el candidato saldrá de esas marchas y movilizaciones en defensa del INE; un aspirante ciudadano que recoja ese espíritu de combate que la sociedad ha mostrado en dos ocasiones en los últimos meses y que tanta furia ha despertado en López Obrador. Por el momento, los templetes se siguen observando sin uno de esos liderazgos, con oradores como la escritora Beatriz Pagés o el ministro en retiro José Ramón Cossío, para quienes gobernar no parece ser su intención.
Aun así, la apuesta de los empresarios está en esos perfiles ciudadanos. El activista Claudio X González, quien ha cometido errores y excesos en su intención de articular a la oposición, tampoco se ve como gobernante, aunque sí aspira a construir una candidatura para aquel líder o lideresa que empiece a destacar. ¿Aún hay tiempo? La respuesta se vio el domingo. Ya se percibe una estructura organizada que requiere de un faro que le indique hacia dónde caminar.
También están los perfiles de siempre, aquellos que bajo los colores de sus partidos apuestan a competir en 2024, principalmente quienes pertenecen al PAN. Con dos candidatos priistas para las elecciones en el Estado de México y Coahuila, el PAN lleva mano para la elección presidencial. Ese fue el acuerdo que pactaron para reflotar la Alianza Va Por México, aunque ahora los perredistas lo desconocen públicamente y el PRI también, tras bambalinas.
Por el PAN han levantado la mano Santiago Creel, Lilly Téllez, Mauricio Vila y el exgobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, quien hace unos días consiguió un amparo contra su detención. Como estrategia, los dos primeros arreciaron el discurso contra AMLO y la 4T; Vila prefirió alinearse al gobierno y a Cabeza de Vaca se ve más bien como kamikaze.
En el PRI se mueven algunos símbolos del neoliberalismo, como Enrique de la Madrid y Claudia Ruiz Massieu, además de dos exgobernadores de la generación dorada de Enrique Peña Nieto: Alejandro Murat y el líder nacional del partido, Alejandro Moreno, por increíble que parezca, pues ambos tienen enormes expedientes aguardando en las instancias de procuración de justicia. Tampoco se descarta a una eterna Beatriz Paredes.
El Partido de la Revolución Democrática tiene entre sus perfiles a Miguel Ángel Mancera y a Silvano Aureoles. El fiel de balanza, sin embargo, va a ser Movimiento Ciudadano, el partido que sin prisa construye sus candidatos para la elección de 2030 en los personajes del gobernador de Nuevo León, Samuel García, y del alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas. En los cálculos de Dante Delgado, sus jóvenes no crecerán lo suficiente para los comicios del siguiente año y es mejor esperar a que pase la “ola lopezobradorista”.
Todos estos nombres arrancan en franca desventaja contra las llamadas “corcholatas” de Morena: Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard. Ninguno de estos va a bajarse del barco hasta que la encuesta o el dedo del Presidente elijan a uno de ellos. Una posible ruptura está latente, pero hoy el pacto con AMLO es que se van a alinear con el candidato o candidata que salga de las encuestas a más tardar en noviembre.
Posdata
El presidente López Obrador ya hizo cuentas y no le alcanzarán los ministros o ministras afines para evitar que su Plan B de reforma electoral se declare inconstitucional y se eche abajo. Incluso se anticipa un revés unánime: una votación de 11 a 0, pues ni Loretta Ortiz ni Yasmín Esquivel, por más cercanas que sean a la 4T, van a querer cargar con el descrédito de apoyar algo que es inconstitucional; más aún Esquivel, quien trae a cuestas los escándalos de sus tesis.
La rapidez con la que se prevé que los ministros definan las acciones de inconstitucionalidad y las controversias constitucionales ha molestado de sobremanera al presidente, quien ha subido de tono sus reclamos contra ministros como Alberto Pérez Dayán, que ya le dio entrada a las impugnaciones. De paso, elevó su enojo contra la presidenta Norma Piña, a quien le achaca todos los fallos contrarios a su gobierno en semanas recientes.
El enfrentamiento del Ejecutivo contra el Poder Judicial no parece que vaya a cesar pronto, razón por la que prácticamente todo el gremio de abogados se ha unido en defensa de la independencia, autonomía y respeto de los jueces, magistrados y ministros. El problema crecerá en septiembre, cuando se comience a delinear el presupuesto del 2024; junto con ello, seguramente se habrán de presentar iniciativas de reforma al Poder Judicial y se estigmatizarán los altos salarios y prestaciones que reciben varios integrantes de este Poder … igualito que con los consejeros del INE.