En los círculos empresariales es común escuchar que “lo peor” ya pasó. Que la sacudida que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador le dio al establishment ya terminó de asentarse y que el último año es el más complicado para el Presidente, pese a sus buenos niveles de aceptación y su concentración de poder, más con una sucesión tan adelantada motivada por él mismo.

Algunos otros –los más pesimistas– consideran que “se puede poner peor”. Que AMLO, con toda su ambición y acumulación de poder, en la práctica va a ser el jefe de campaña del candidato o candidata de Morena y echará su resto a partir del 2024, como mejor lo sabe hacer: en las calles y plazas públicas con arengas en contra de quienes considera sus adversarios y suele llamar “conservadores”, “neoliberales” o “fifís”. Es decir, más radicalizado. Además, ya anunció por lo menos una reforma de gran calado, pasadas las elecciones, en septiembre, su último mes como Presidente: la del Poder Judicial de la Federación.

Ya sea de un lado o del otro, los empresarios han ido enfilando sus baterías. Por un lado, están los multimillonarios y ejecutivos de grandes de empresas que no se quieren pelear con el Presidente ni con su movimiento, pues anticipan que la 4T va a trascender por lo menos otro sexenio y creen que López Obrador, ya sea desde su rancho de Chiapas o en recorridos por el país, va a seguir muy activo en el próximo gobierno, asegurándose que la llamada “continuidad con cambio” sea una continuidad rigurosa. Ni un paso atrás en sus cuatro grandes proyectos de infraestructura, en los programas sociales, las pensiones y la narrativa de “primero los pobres” y contra el neoliberalismo.

Por sorprendente que parezca, muchos de los empresarios que están en el lado de los que prefieren no “moverse mucho” ni intervenir en el proceso electoral del 2024, directa o indirectamente, es decir los que no quieren “molestar” ni con el pétalo de una rosa a López Obrador, son muchos del Consejo Mexicano de Negocios, el club de los ultrarricos con los que AMLO se reunió en junio pasado y donde figuran familias como los Slim, los Baillères y los Larrea. Al final, como se lo dijo el hombre más rico del país al Presidente y a sus colegas en una reunión: “a los empresarios nos ha ido bien con la izquierda”.

Otros empresarios, por el contrario, han decidido endurecer sus posturas contra políticas públicas y funcionarios del movimiento de la 4T. El caso del magnate de las telecomunicaciones, la banca y el retail, Ricardo Salinas Pliego, es el más representativo por su estridencia en redes sociales y el uso de sus recursos para criticar y evidenciar lo que considera que se está haciendo mal en el país.

En una estrategia de comunicación que ha resultado muy eficaz por su alcance y resonancia –a través de su cuenta de Twitter que está activa prácticamente todo el día–, el dueño de Grupo Salinas se ha posicionado en contra de varios funcionarios de Morena, como su secretaria general Citlalli Hernández; del gabinete presidencial, como el titular del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, Jenaro Villamil, el vocero presidencial, Jesús Ramírez, la tesorera de la Federación, Elvira Concheiro, su hermano el subsecretario de Educación Superior de la SEP, Luciano Concheiro, y el director de Materiales Educativos de esa dependencia, Marx Arriaga, entre otros. También tiene pleito con ideólogos y propagandistas de la 4T, como el productor de series de TV, Epigmenio Ibarra. El presidente López Obrador dijo que si bien tienen diferencias ideológicas, no es su enemigo. Salinas Pliego forma parte de su Consejo Asesor Empresarial.

El encontronazo más reciente tiene que ver precisamente con el contenido de los libros de texto gratuitos que serán utilizados en el próximo ciclo escolar. Salinas Pliego, como muchos académicos, expertos, agrupaciones de padres de familia y la oposición política, los considera ideológicos y los ha etiquetado de corte “comunista”.

Otros empresarios, sobre todo del norte del país –como José Antonio “El Diablo” Fernández, presidente de Femsa– y otros del Grupo Monterrey están en esa tónica, aunque no con la misma estridencia que el dueño de TV Azteca, a quienes muchos de ellos y otros empresarios de todos los tamaños ven como un adalid.

Posdata

Hablando de los empresarios, un órgano autónomo que, acusan, ya se impregnó de la cultura de la 4T es la Comisión Federal de Competencia Económica. Según varias denuncias, el Órgano Investigador del organismo antimonopolios que encabeza la abogada Andrea Marván, ha tomado un rol arbitrario en cuanto a la forma de ejercer sus facultades de investigación.

Nos comentan que en la Cofece acostumbran citar a empresarios y tenerlos esperando durante 12 horas, y luego en interrogatorios a los que no pueden entrar con sus teléfonos celulares. Habrá que ver qué resultados le da este cambio de perfil a la Cofece y su rol principal, que es el de fomentar la competencia.

@MarioMal

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