Las grandes asociaciones empresariales de Estados Unidos y algunos gobernadores -la mayoría en privado- ejercieron una enorme presión que orilló al presidente Donald Trump a aplazar la imposición de aranceles contra México.

Pese a su estilo arrebatado e irracional, Trump no “come lumbre”, de manera que las evaluaciones de su Gabinete debieron haber arrojado que de llevar a la práctica sus amenazas arancelarias, el golpe económico para sus gobernados terminaría en desastre y cobrándole factura muy al inicio de su administración.

Trump prometió en campaña bajar la inflación, aumentar el empleo y los salarios, así como llevar a la economía estadounidense a su mayor bonanza en las últimas décadas. La guerra comercial contra México y el mundo van en contra de todo lo que arengó el republicano.

No hay forma de salir bien librado de una situación así, tal cual lo describió este fin de semana en una serie de publicaciones en redes sociales el respetado economista y ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, Larry Summers, quien resumió la estrategia comercial de Trump como “bizarra”, “peligrosa” y “un balazo en el pie”.

A Trump le dolió también el editorial del diario The Wall Street Journal, el cual calificó su política arancelaria con México y Canadá como “la guerra comercial más estúpida de la historia”.

La realidad se impuso, para bien de todos, al pensamiento irracional y nacionalista del presidente estadounidense, al menos por el momento.

Lo interesante de la conversación de este lunes entre el presidente Trump y la presidenta Claudia Sheinbaum es saber cuánto influyó realmente el mensaje firme y contundente de la mandataria mexicana este fin de semana, así como las propuestas en seguridad y migración que hizo al gobierno estadounidense; y cuánto se debió a la presión empresarial, política y social de los estadounidenses. Más aún sería relevante saber si Trump lo tenía todo planeado.

Sea como sea, todo indica que el cabildeo de los empresarios mexicanos, a título personal algunos de ellos, y a través de las cámaras, asociaciones y mediante la Secretaría de Economía, funcionó y las organizaciones de la iniciativa privada estadounidense cerraron la pinza.

Solo este fin semana, asociaciones como la industria de la vivienda (NAHB), la Cámara Americana de Comercio (US Chamber), la Comisión Arizona-México, la Asociación de Negocios de Texas y el Consejo de Política Automotriz Estadounidense (AAPC), entre otras, se posicionaron públicamente en contra de los aranceles. Lo mismo la gobernadora de Arizona, Katie Hobbs, quien se sumó a la asociación de agro y negocios del estado en su llamado para frenar el inicio de la guerra comercial, porque sería contraproducente para sus industrias y consumidores.

Así que, entre la autorregulación de Trump, la presión de los grupos empresariales y políticos de Estados Unidos, y el cabildeo de secretarios como Marcelo Ebrard, Omar García Harfuch y Juan Ramón de la Fuente, se logró desactivar momentáneamente la guerra comercial.

México ganó tiempo y herramientas para la negociación, pero de no haber resultados en seguridad y migración, difícilmente el gobierno estadounidense no intentará atacar de nuevo. Por lo pronto, la espada de Damocles sigue sobre la presidenta Sheinbaum y sus gobernados. ¿Qué tanto se podrá avanzar en un mes? Difícil saberlo, pero dada la descomposición en materia de seguridad y violencia heredada del sexenio anterior, y la crisis migratoria, en la que ni siquiera se ha procedido a remover al ineficiente y negligente titular de Migración, Francisco Garduño, no se augura un muy buen pronóstico.

@MarioMal

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