Como si fuera un capítulo inédito de El Príncipe de Maquiavelo, cuyo título pudiera ser “una cuestión de género, el nuevo poder”, AMLO ha dado otra lección de cómo resolver las crisis políticas en su partido político, aunque en ello haya dejado varios muertos, heridos y damnificados, así como cerrado la puerta de Morena a la clase media, al tiempo que demostró que el poder lo ejercerá él hasta el final de su mandato. Así que más vale leer cuidadosamente ese capítulo.

Primero, AMLO propuso y prefirió a Claudia para continuar su legado por sobre cualquier otro miembro del partido, de su círculo de amigos y de su gabinete, especialmente de Marcelo, que ahora entendemos por qué. Y no se equivocó: Claudia es ciento por ciento leal, además de disciplinada y honesta, cualidades que el presidente más valora. De su capacidad tampoco hay duda y ahí están los logros de su administración en la capital. Quizá su debilidad sea la falta de experiencia política, por tener un enfoque más técnico y científico, pero eso se aprende y creo que en estos días aprendió de todo y tomo nota de todos.

Segundo, entre los muertos, heridos y damnificados se encuentran desde luego los otros aspirantes presidenciables, particularmente, Ricardo, Adán y Marcelo, que perdieron la amistad presidencial y no han recibido nada a cambio por su participación, a excepción de este último que negoció su permanencia en el partido a cambio de migajas. Adán pasó de ser dueño del paraíso a vendedor de manzanas; mientras Ricardo busca nuevas formas de reeditarse y agradar al poder. Sólo así, AMLO logró su objetivo y entregó el mítico bastón de mando a la ganadora, aunque parece que tal instrumento no entiende de géneros, pues sigue obedeciendo al patriarca.

Tercero, para el caso de las 8 gubernaturas y jefatura de gobierno de la CDMX, que también estarán compitiendo en 2024, el ineficiente INE perturbó el proceso y decidió que los partidos políticos deberían designar a 5 mujeres y 4 hombres, en razón a la paridad de género, condicionando su participación a las contiendas donde tengan mayor oportunidad de triunfo, lo que parece a todas luces una flagrante intromisión en asuntos internos de los partidos políticos.

Me parece que la impugnación ante el Tribunal Electoral -creo que de Movimiento Ciudadano- no sólo era procedente, sino digna de sentar un precedente, ya que paridad de género no es 5 y 4, sino 4 y 4 -que reprueba a los consejeros electorales también en matemáticas-, y hace obligatorio ese criterio a los partidos, violando -como ya dije- uno de sus preceptos fundamentales que es no entrometerse en la vida partidista. Hubiera sido suficiente el 4 a 4 para cumplir con la cuestión de género y dejar a las dirigencias la opción del 5º participante.

Cuarto, tentativamente, la decisión iba a ser impugnada por Morena -pues a la oposición lo mismo le da-, aunque luego fue acatada, ya que a alguien se le ocurrió que podría servir de excusa para acomodar a sus candidatas. Y así fue. Solamente Rocío Nahle y Margarita González ganaron sus respectivas contiendas en Veracruz y Morelos, mientras las otras tres, Claudia Delgadillo (Jalisco), Alma Alcaraz (Guanajuato) y Clara Brugada (CDMX), se beneficiaron del tema de paridad de género para desplazar a unos humillados caballeros que, a pesar de haber ganado su lugar por las encuestas, tuvieron que ceder su puesto, como si fuera un asiento de autobús o del metro.

Quinto, llama la atención el caso de la CDMX, donde estaba en juego algo más que un simple cargo: el liderazgo de Claudia, la lucha entre duros y -ahora- pragmáticos y, por tanto, el futuro y unidad del partido. En el caso del liderazgo de Claudia, queda claro que el bastón de mando fue simbólico y comenzará a funcionar sólo en caso de que ella gane la presidencia, antes no, pues el peso de AMLO es apabullante.

Si bien, ella eligió a Harfuch como su remplazo en la CDMX -una opción pragmática-, a fin de mantener no sólo la jefatura de gobierno, sino recuperar las 9 alcaldías en manos de la oposición y a la clase media, los duros de Morena pusieron en aprietos la unidad del partido al cuestionar la trayectoria de Harfuch, al que aplicaron sin piedad el tema de género para deshacerse de él. Y no es que Clarita no sea una buena candidata; lo es, pero su perfil es otro. Si bien garantiza la retención de la capital, no lo hace en el caso de esas 9 alcaldías opositoras de clase media.

Al cerrarle la puerta al pragmatismo que representaba Omar que, por cierto, ganó las 3 encuestas respectivas por más de 15 puntos de diferencia, se cierra también la oportunidad de reconciliación con la clase media en este país y, particularmente, en la CDMX, que veía con buenos ojos al super policía, por lo que, probablemente, volverá a votar en contra de AMLO y de Morena, si no pasa nada extraordinario de aquí a entonces.

Sexto, y aquí viene la lección aprendida del capítulo inédito de Maquiavelo: si bien, el Tlatoani escuchó los gritos de guerra de las hordas morenistas y sacrificó la figura de Harfuch, arrojándolo al fuego ardiente del infierno, lo hizo a través de un nuevo método -soft power-, al usar como pretexto la cuestión de género, donde nadie resultó muerto o herido, más allá del propio sacrificado.

Esa es la gran lección que nos ofrece el renovado Maquiamlo: el uso del nuevo soft power, -más allá del “ser querido o amado por el pueblo-,” que logró en cuatro movimientos, como en las grandes sinfonías, unificar de nuevo al partido. Comenzó con un vibrante Allegro, al golpear el bastón de mando (batuta) contra el suelo, a fin de que todos se alinearan; luego un adagio, lento y suave, que sedujo a las ovejas descarriadas para volver al redil; un Scherzo con variaciones, donde lo mismo acomodó las ideas de Movimiento Ciudadano e impuso a su otro preferido, que superó la etapa de emergencia en Acapulco, en preparación al gran final; otro Allegro fuerte y claro, con percusiones de timbal, para mostrar un partido resiliente después de todas las crisis propias y ajenas, incluyendo los embates de los adversarios que, una vez más, deberán esperar otra oportunidad para terminar con AMLO.

Finalmente, la doble pregunta que todo mundo se hace es si Claudia y Morena están preparados para vivir sin AMLO, y si realmente éste dejará el poder en manos de su sucesora. La primera respuesta es que no, Claudia y Morena no están preparados para lidiar solos y la prueba está ahí a la vista.

En cuanto al traspaso de mando y liderazgo de AMLO a Claudia, éste se encuentra en plena transición y concluirá -creo yo- hasta la entrega del verdadero símbolo de poder en México que es la banda presidencial. Esa sí tiene poderes de verdad y así tendrán que entenderlo todos, incluso los duros, que hoy ganaron una batalla importante, pero que tarde que temprano tendrán que lidiar con el pragmatismo.

Politólogo y ex-diplomático

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