Sin duda alguna, México resultó ganador indiscutible en la elección del pasado 2 de junio, no sólo por dar otro paso fundamental hacia la consolidación de la democracia, sino por fortalecer un proyecto de nación que cuenta con una mayoría consciente, que ha decidido seguir por ese camino. Y es que, en mi opinión, la ciudadanía fue la verdadera protagonista de la jornada electoral, más allá de los partidos, candidatos y candidatas, así como autoridades, que, igual, deben estar contentas y contentos por la madurez mostrada por la verdadera sociedad civil.
En primer lugar, se debe destacar la buena asistencia de votantes en la jornada electoral, mayor al 60%, además de la entusiasta participación de más de un millón de personas que administraron las más de 170 mil casillas electorales distribuidas a lo largo y ancho del territorio. El proceso electoral volvió, de alguna manera, a manos ciudadanas, especialmente, de las nuevas generaciones, fuera de todo interés político e ideológico.
En segundo lugar, parece que el INE pasó la prueba de fuego en esta nueva etapa, donde sin duda hubo errores e incidencias, como el retraso en los conteos rápidos, que por un momento dio qué pensar, cuando los principales partidos y medios de comunicación daban sus primeras proyecciones, que confundieron a la sociedad. Sin embargo, mostró madurez, paciencia y confianza en los números que -finalmente- difundió la consejera presidenta al filo de la media noche, y que tranquilizó a todos. Está claro que México requiere de un INE ciudadano, técnico y neutral para también consolidar la democracia.
En tercer lugar, me parece que las nuevas modalidades de sufragar: presencial en el exterior, por correo y por internet, han enriquecido y entusiasmado a nuestra diáspora en el mundo. Hay que ir poco a poco avanzando en ese sentido, hasta alcanzar -quizá- la universalidad del voto de los mexicanos en el exterior.
En cuarto lugar, México venció los miedos al crimen organizado que, como amenaza constante, respetó por lo menos la jornada electoral, donde todo mundo pudo salir de sus casas, pasar varias horas formado y sufragar en total libertad. Igual se venció la apatía normal de la sociedad que, sin importar las inclemencias del clima, las largas filas y la inevitable burocracia, cumplió con un deber ciudadano.
Me parece que la ciudadanía venció también los intentos de la oposición por ensuciar la elección, al conservar la calma, demostrar madurez y esperar paciente a que el INE diera los resultados oficiales, a través de los conteos rápidos y el PREP que, a pesar de la tardanza, puso a todos los que se adelantaron y, sobre todo, a los mentirosos, en su lugar.
En quinto lugar, las amplias diferencias en la mayoría de los triunfos partidistas -particularmente en la elección presidencial y en la CDMX- puso en evidencia que la guerra sucia utilizada por el PRIAN y el resto de la derechiza no tuvo ningún efecto en una sociedad consciente y politizada como lo es hoy México. Al contrario, el lodo terminó por manchar a cada uno de sus promotores -con nombre y apellido-, donde la mayoría volvió a ganar por las buenas, lo que poco a poco se va convirtiendo en una forma de ser y hacer las cosas en México, acostumbrado antes a los caprichos y deseos de una élite que ganaba elecciones como fuera, es decir, por las malas.
Finalmente, el mensaje de esta elección, de confirmarse los otros triunfos de MORENA es, por un lado, que México -por lo menos la mayoría- está contento con su presidente, con su futura presidenta y su proyecto de nación, que seguramente avanzará teniendo una probable mayoría calificada en el congreso. Estoy seguro de que Claudia –como lo mostró este domingo- será generosa en la victoria.
Por otro lado, me parece que es momento para la oposición de rehacerse políticamente ante este nuevo y rotundo fracaso, donde no ganó nada, que estoy seguro terminará con esa nefasta alianza política entre primates y pancracios que alargó solamente la agonía de un sistema totalmente deteriorado desde finales del siglo XX. Creo que también sus dirigentes deben dar paso a nuevos y renovados liderazgos y, sobre todo, a nuevas ideas, narrativas y proyecto.
La marca PRIAN no da para más, pues se confirmó como símbolo del viejo y caduco régimen, que los ha hecho perder 25 estados (gubernaturas) desde 2018. Tampoco los 15 millones de votos obtenidos ahora fueron por ellos, ni por su candidata, sino por el odio que profesan a AMLO. No sé si los utilizarán también para odiar a
Claudia, en su desquiciada obsesión por el poder o bien, para construir un nuevo proyecto político, donde tendrían que empezar desde cero y dejar atrás sus nexos con la derechiza, que tampoco tiene nada que aportar en esta coyuntura. Es necesario pensar ahora como minoría política y no más como elite.
México, como todo país democrático, requiere de una oposición fuerte, crítica y responsable, que no ha existido desde 2018, porque sus líderes se han dedicado a librar batallas personales contra AMLO que, por cierto, también han perdido. En lugar de eso, se han tardado en descubrir cuál es su papel en este nuevo México, donde todos se están adaptando, menos ellos, pues hasta ahora sólo se han convertido en los abucheadores del nuevo régimen. De alguna manera, la debilidad de la oposición ha influido en el avance avasallador de MORENA y su proyecto.
Sobre el triunfo de Claudia y MORENA por todo el territorio sólo diré que es consecuencia de varios factores, entre ellos, el liderazgo y visión de AMLO al proponer a una mujer como su sucesora; el trabajo realizado por Claudia, primero, para convencer a buena parte de la sociedad de su capacidad como política y, luego, como mujer, que al final convenció a una sociedad todavía machista; y a la habilidad del partido de mantener su esencia como movimiento social y político, que entusiasma a todos, a favor y en contra.
Sí, no hay duda, México ganó por todos lados: consolidó su democracia, a su INE y a su ciudadanía; mostró importantes fortalezas, tales como la tolerancia, la paciencia y la confianza en sus instituciones y en los resultados electorales, incluso ante los intentos de la oposición de ensuciar el proceso electoral; puso en su lugar a todos los que optaron por la guerra sucia, la cual debe ser desterrada o castigada severamente; optó por seguir un proyecto viable e incluyente, que beneficia a los más necesitados; rompió el mito de la sociedad machista; e hizo historia al tener a la primera mujer presidenta.
¡Felicidades, México!
Mario Alberto Puga
Politólogo y exdiplomático