Confucio y Maquiavelo hablaban de lo mismo desde diferentes aristas: cómo mantener el poder. Si bien el primero se sustentaba en valores e ideales, el segundo era un poco más cínico y vale usar el preciso adjetivo que forjó con su trabajo: maquiavélico. Mientras Confucio alegaba entre otras cosas que el éxito de quien gobierna recae en la preparación, Maquiavelo aconsejaba dar la palabra con ligereza y astucia para engañar a quienes confían en ella.
La carrera judicial descansa precisamente en la preparación, aquella que como Confucio mencionaba, en su ausencia solo hay fracaso. Para quien incluso dude del peso de la filosofía en el Derecho, la Ley de Carrera Judicial prevé entre sus principios rectores la excelencia, profesionalismo, objetividad, imparcialidad e independencia. Y aquí no hay engaño, Confucio lo advertía: “Cuando los principios generales están previamente determinados, no habrá perplejidad para saber qué hacer.” La carrera judicial brinda(ba) cierto grado de seguridad de que quien llegara a ser una persona juzgadora, firma su sentencia de servir a la sociedad bajo estos principios. Y si no lo hiciere, como cualquier servidor público, que la Nación se lo demande (o incluso más aterrizado y menos romántico, el inicio de un procedimiento disciplinario).
La Reforma Judicial por su lado al permitir la politización de las personas candidatas, facilita que éstas den su palabra con total ligereza para ganarse el voto y engañar a quienes emitirán su confianza en ésta. Y ni siquiera la promesa será a la ciudadanía, sino que, mediante un esquema engañoso, la promesa es para la fuerza política o al poder de facto que apoye su candidatura, incluyendo (oh, sorpresa) al crimen organizado.
No culpo a Maquiavelo por su incómoda conclusión sin tapujos: “Hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular, los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”. Y no lo culpo porque se nos ha demostrado una y otra vez la ligereza de la palabra; hubo quien prometió regresar a los militares a sus cuarteles y hoy ha votado para atribuirles más tareas de naturaleza civil, hubo quien prometió votar en contra de la reforma judicial y no hizo más que faltar a su palabra. ¿Valdrá algo la palabra de un político?
En cambio, la palabra del juez no era suya, era la de la ley. Todo indica que es momento de abandonarla por promesas ligeras para asegurar el cargo. Maquiavelo aconsejaba actuar como zorro y león porque el último es indefenso ante las trampas y el primero ante los lobos. Bajo su recomendación, hay que saber cuándo ser uno y cuándo el otro. Y es que no cabe duda que la próxima subasta de poder ha manifestado a zorros y leones. Ha desenmascarado a quienes usaban la toga como un disfraz y no como un recordatorio de compromiso al servicio público, a la justicia. Aquí ya no hay esencia ni integridad, actúan conforme a las necesidades del momento. Bajo la toga, ya hay políticos.
Mientras Confucio apostaba por la preparación, hoy bajo la toga hay curva de aprendizaje. Mientras existe el principio de imparcialidad e independencia, hay quien le lleva una sentencia al ejecutivo para su abrazo. Quien debiera proteger los derechos de las personas trabajadoras del Poder Judicial hoy sale a mencionar que habrá quien pierda su trabajo, por supuesto, un sacrificio que está dispuesto a tomar. Y no por nada hay quien entra a las instituciones entre aplausos y quien sale entre huevos y abucheos.
Hay pequeños destellos de integridad en el servicio público y precisamente devienen de quienes han entendido que el poder sin principios ni contrapesos, es tiranía. Quienes han entendido la honorabilidad del cargo, quienes en contra de todo han resistido, quienes entienden que el propósito de su labor es muchísimo más grande que ellas y ellos mismos, de quienes no portan disfraz alguno, sino una sincera vocación. Y duele, porque quienes han sido zorros y leones quemaron las barcas de quienes estamos preparados y comprometidos para servir.
Abogada con especialidad en Derechos Humanos por la UNAM y maestrante en políticas públicas por la Universidad de Oxford.
@DeLucioMariana