“Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar.” Ante la ley, F. Kafka.
Merecidamente, Kafka se ha ganado su adjetivo; “kafkiano”, entiéndase como enredado, burocrático, inaccesible, lejano, entorpecedor, incoherente, absurdo. Parece que desde 1883, el autor literario conocía el juicio de amparo, ese que es kafkiano.
El amparo, mecanismo de defensa de la ciudadanía contra la autoridad, custodia de nuestros derechos humanos y protección a la constitución, es tan técnico y especializado que lo hace inalcanzable para la mayoría de la población. Sus reglas parecen estar hechas para contrariar sus fines, su laberinto procesal inclina a quien lo acciona a perderse e inspirarle una rendición antes de la prometida victoria.
Irónicamente, el juicio de amparo que es kafkiano, es también noble. Son escasas las batallas ganadas -en comparación con su potencial- que han permitido una verdadera conquista de derechos para la población: construcción de hospitales, de escuelas, entrega de medicamentos y vacunas, frenar megaproyectos que deterioran el medio ambiente, órdenes para investigar con perspectiva de género, reparación a víctimas, el avance de derechos de la comunidad LGBTTTIQ+, de pueblos originarios, de activistas, protección a la libertad de expresión (¿Sigo?), frenar decisiones arbitrarias de la autoridad y con ello, limitar poderes desmedidos. Por esas batallas, e incluso por las perdidas -porque significa que podemos pelear-, es que vale la pena defenderlo.
En el contexto de la reforma judicial Roberto Gargarella -uno de los constitucionalistas más reconocidos globalmente- señaló que “cuanto más vil el objetivo de la reforma, más nobles los valores a los que se apela para imponerla” La fórmula se repitió esta semana en la iniciativa a la reforma a la Ley de Amparo que impulsaba fines a los que nadie se puede negar: eliminar su adjetivo kafkiano al hacerlo accesible, fortalecer el Estado de Derecho, acercarlo a las personas históricamente marginadas y alcanzar justicia. Iniciativa kafkiana, entiéndase como contradictoria, maliciosa, siniestra.
La iniciativa lejos de acercarnos al anhelo de justicia, nos aleja. La hace más inaccesible y elitista, basta con leer el contenido de la iniciativa, pero con lo técnico que es, fácil es engañar a la población sobre sus verdaderos fines. Los esfuerzos de la sociedad civil, de la academia, de la abogacía que actuó con honestidad intelectual y ética fue admirable. Entraron al Senado a explicar sus riesgos, fueron propositivos, abiertos, sumamente críticos y respetuosos y el Senado no estuvo a la altura de sus intervenciones. Aunque vale la pena señalar las bondades, también en estos diálogos -tal vez monólogos- participaron cínicos, oportunistas, deshonestos intelectualmente. Participantes kafkianos, entiéndase como aquellos currículums cuya longitud es inversamente proporcional a su ética.
El dictamen se aprobó poco más del mediodía, y en horas el Pleno ya lo había aprobado. Llovieron intervenciones mediocres, engañosas y cargadas de mala fe, aunque excepcionalmente se notó quién leyó, quién se asesoró, quién escuchó a las y los expertos y quién comprendió lo que estaba votando. Lastimosamente, fue la excepción y no la regla. El cinismo imperó y de forma tramposa, modus operandi en esta época, se aprobó de último momento un transitorio que azota la puerta en la cara a quienes ya han podido entrar a la primera puerta de la justicia. Senadores kafkianos, entiéndase como tercos, deshonestos, sin ética, engañosos y tramposos.
No hay duda, el amparo le ha funcionado más al poderoso que al débil. Pero si creemos en la Constitución y en los Derechos Humanos, estaremos de acuerdo con su universalidad “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales” todas son todas: el empresario y el obrero, el estudiante y el profesor, la mujer y el hombre, la niña y la adulta. Si la iniciativa trata de golpear al empresario, quien sabrá cómo superar el obstáculo porque cuenta con los recursos para ello, entonces el golpe es para el obrero. La iniciativa a la ley de amparo, nos lleva de corbata a todos sin distinción. Intenciones kafkianas, entiéndase como reacción contraria a lo deseado.
En el cuento citado al principio de este texto, “Ante la Ley” de Kafka, el campesino representa a esa población que hoy, vuelve a encontrarse con un guardián más fuerte y desproporcionadamente poderoso que le impide el acceso a la ley. Si queremos permitirle al campesino la entrada, habrá que derrotar al guardián. Necesitamos conversaciones serias, compromiso, voluntad política, ética, diagnósticos certeros, apertura al diálogo y a la escucha activa, porque sí, el amparo y el acceso a la justicia son kafkianos y hoy lo son más. Los tiempos kafkianos requieren limitar el adjetivo para que se aplique únicamente a su literatura.
PD. Si algo kafkiano tiene este texto, que sea la complejidad de la crítica, pero nunca entiéndase como la renuncia a imaginar un amparo más justo y cercano a todas las personas.
Mariana De Lucio, abogada especialista en Derechos Humanos por la UNAM y Maestra en políticas públicas por la Universidad de Oxford. @DeLucioMariana