Este 29 de agosto de 2025 no es un día cualquiera. Representa el cierre de mi primer año legislativo y de gestión, pero también un punto de partida para seguir abriendo caminos en un país que exige cambios reales y profundos.

Muchas veces me preguntan por qué elegí este camino tan difícil, lleno de resistencias, ataques y amenazas. La respuesta es clara: porque es en este camino, y en ninguno otro, donde se logran transformaciones verdaderas. Porque la política bien entendida no es comodidad ni privilegio: es servicio, entrega y valentía.

No ha sido fácil. Desde el inicio tuve que enfrentar ataques, calumnias y amenazas de muerte. Sé lo que significa sentir el peso de querer callar tu voz. He vivido en carne propia lo que tantas mujeres en política enfrentan: intentos de desacreditarnos, de reducirnos, de borrarnos. Y aunque a veces ha dolido, nunca me he permitido dar un paso atrás. Porque cada paso que damos abre un camino para otras mujeres, y eso es más grande que cualquier miedo.

Este año confirmé que hacer política no es un privilegio, es una responsabilidad inmensa. No basta con ocupar una curul, hay que honrarla. Por eso cada iniciativa, cada gestión, cada batalla en el Congreso ha tenido un mismo motor: defender la dignidad y los derechos de las personas, especialmente de quienes han sido históricamente ignoradas.

En un año hemos alcanzado avances concretos. Proponer a nivel nacional que se tipifique la violencia gineco-obstétrica, porque ninguna mujer debe ser violentada en el momento más íntimo de su vida. Propusimos sancionar la violencia política de género, porque nadie tiene derecho a silenciar la voz de una mujer en espacios de poder. Luchamos por la igualdad salarial, porque la justicia también se mide en el valor del trabajo de las mujeres. Defendimos el derecho a decidir, porque la libertad reproductiva es un derecho humano irrenunciable. Y combatimos la violencia digital, ese nuevo rostro de las agresiones que busca callar y lastimar.

Pero la política no vive solo en los muros del Congreso. La verdadera política se hace en la calle, escuchando a la gente, acompañando sus luchas y resolviendo sus necesidades. 250 gestiones ciudadanas en un año son más que un número: son rostros, son historias, son la muestra de que cuando se escucha de verdad, se transforma.

He aprendido que ser joven y mujer en la política es abrirse paso en medio de la adversidad, pero también es sembrar esperanza. Y esa esperanza se multiplica cuando una madre trabajadora consigue apoyo, cuando un joven encuentra respaldo para seguir estudiando, cuando una comunidad olvidada siente que alguien la escucha.

Hoy rindo cuentas, pero también doy gracias. A quienes confiaron en mí, a quienes me han acompañado, incluso a quienes me han querido frenar: gracias, porque todo me ha hecho más fuerte.

Este año me enseñó que la política no se mide en aplausos ni en fotografías: se mide en resistencias vencidas, en derechos conquistados y en vidas tocadas. Por eso hoy reafirmo que mi compromiso es con la gente y no con los intereses de unos cuantos, porque lo que hemos logrado demuestra que la transformación es posible cuando se trabaja con convicción, con valentía y con amor por la gente.

México merece más: más igualdad, más dignidad, más libertad.

Esto no ha terminado. Apenas comienza.

Diputada Federal LXVI Legislatura

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios