El pasado 10 de diciembre cerró el periodo legislativo en la Cámara de Diputados, pero en las calles, en los hogares y en cada espacio donde habita la desigualdad, nada se detiene. Y yo tampoco. Este cierre no es un punto final: es una pausa administrativa en un país que exige movimiento constante, decisión y congruencia.

En estos meses he reafirmado una verdad que la oposición suele olvidar: la política no se hace desde un escritorio ni desde la comodidad de la crítica vacía. La política se construye escuchando, caminando, mirando a la gente a los ojos. Mi agenda nace del territorio: de las mujeres que sobreviven violencias, de las juventudes que luchan por oportunidades, de las familias trabajadoras que cargan desigualdades heredadas por décadas.

Previo a dar inicio a este segundo periodo, presenté mi primer informe legislativo, un ejercicio que algunos intentaron minimizar, como si la transparencia incomodara. Pero para mí, rendir cuentas no es una obligación burocrática: es un principio ético. Yo sí puedo mirar a las personas a los ojos y decirles, con absoluta seguridad, que estoy trabajando por ellas y para ellas.

Y puedo hacerlo porque he sido congruente, incluso cuando esa congruencia me ha costado consecuencias personales, políticas y mediáticas. No he cedido, no he callado y no he negociado mis convicciones.

La oposición, que tantas veces prefiere el ruido antes que las soluciones, intenta poner trabas, distorsionar, desacreditar. Pero su desgaste no me mueve ni un milímetro. Mi trabajo está guiado por causas, no por intereses; por principios, no por presiones; por la voz del pueblo, no por agendas privadas.

He presentado iniciativas para erradicar la violencia, reducir desigualdades, proteger derechos y visibilizar realidades que durante años fueron ignoradas. Cada propuesta tiene un rostro, una historia, un dolor o una esperanza concreta. No legislo para tener likes: legislo para transformar vidas.

La clausura del periodo legislativo no detiene mi trabajo. Al contrario: fortalece mi lucha.

Seguiré en las colonias de la alcaldía Miguel Hidalgo escuchando de frente, construyendo soluciones reales, demostrando que la política puede ser un acto de valentía, de cercanía y de coherencia.

México necesita una representación feminista, valiente y ética que no se quiebre ante la presión ni ante los ataques. Que no se deslumbre con el poder ni se doblegue ante quienes buscan mantener viejas inercias.

Yo elegí un camino más difícil: el de la congruencia. Y ese camino es el que marca mi agenda legislativa.

Por eso estoy dispuesta a asumir cada consecuencia que implique ser congruente. No vine a repetir lo que toda la vida ha sido “la política”: simulación, cálculo y silencios convenientes. Vine a romper ese molde. A decir lo que otros callan, a hacer lo que otros evaden y a sostener mis convicciones incluso cuando incomodan. Si para hacer la diferencia tengo que enfrentar costos, los enfrento. Lo que no estoy dispuesta a hacer —nunca— es traicionar la causa que me trajo aquí: transformar la realidad de las personas, no proteger intereses personales.

El periodo legislativo terminó.

Mi compromiso, mi voz y mi convicción, no.

Sigo aquí.

Con ustedes, por ustedes y para ustedes.

Diputada Federal. LXVI Legislatura

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