Ser mujer, joven y diputada ha sido uno de los retos más grandes de mi vida.
Defender mis ideales y luchar por las causas de otras mujeres y de los mexicanos en general ha sido una experiencia totalmente transformadora.
En los últimos años, México ha avanzado hacia la igualdad de género en la política. La elección de Claudia Sheinbaum Pardo como la primera presidenta del país en 2024 marca un hito histórico. Sin embargo, más allá de la paridad numérica, surge una pregunta clave: ¿esto significa una transformación real del sistema?
El feminismo en el poder no es solo presencia, sino agenda. Las mujeres han impulsado leyes cruciales contra el feminicidio, la violencia de género y otras desigualdades estructurales, pero enfrentan resistencias en un sistema históricamente dominado por hombres.
El reto de transformar desde adentro.
Ser mujer en la política aún sigue siendo un desafío. A pesar de la paridad en números; el acoso, desprestigio y la falta de reconocimiento son obstáculos constantes. Sin embargo, su presencia ha permitido avances como presupuestos con perspectiva de género y la visibilización del feminicidio.
Desde mi labor como diputada federal, he impulsado iniciativas en telecomunicaciones, gineco-obstetricia y derechos laborales para las mujeres. Más allá de las leyes, su impacto es simbólico: inspira a nuevas generaciones y deja claro que el poder ya no es exclusivo de los hombres.
El futuro: ¿más mujeres, más cambios?
Para lograr una verdadera transformación, no basta con ocupar cargos; es necesario cambiar estructuras patriarcales desde la raíz y consolidar políticas de igualdad. La lucha feminista en el poder no es una moda ni una cuota: es una exigencia de justicia.
La historia nos ha enseñado que el avance de las mujeres en la política no ha sido una concesión, sino una conquista. Cada escaño, cada espacio ganado ha sido fruto de décadas de lucha. Y aunque hoy hay más mujeres en el poder, la resistencia del sistema sigue presente en actitudes, discursos y decisiones políticas que buscan frenar el cambio.
Por ello, es fundamental que la presencia de las mujeres en la política no se limite a los números, sino que se refleje en políticas públicas transformadoras. No es suficiente con ser parte de la toma de decisiones; es necesario que estas decisiones respondan a una visión feminista de la justicia social.
Mi compromiso es claro: seguir impulsando una agenda que garantice los derechos de todas las mujeres en México. La revolución no está en los números, sino en las acciones que construyen un futuro más igualitario. Juntas, en sororidad, seguiremos avanzando y transformando a México.
El reto es grande, pero también lo es nuestra determinación. La historia nos pertenece, y nos toca escribirla con valentía, compromiso y convicción. No basta con abrir las puertas; debemos asegurarnos de que nunca vuelvan a cerrarse. Y recordemos siempre: no estamos solas, nuestra lucha es en sororidad.
Diputada Federal LXVI Legislatura