Paciencia, labor de escucha y de apoyo tanto físico como emocional son solo algunas de las virtudes que caracterizan a las y los cuidadores. Esta labor, que a menudo no es remunerada y en muchos casos se suma al trabajo formal y doméstico, implica un compromiso emocional y físico con efectos colaterales en el bienestar de las y los cuidadores.
En México, del total de 58.3 millones de personas susceptibles de recibir cuidados --población infantil y juvenil, adultos mayores y personas con discapacidad-- el 64.5% los recibe por parte de una persona de su hogar o de otro hogar, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en su Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) de 2022. Un dato para sorprender a nadie: el 75.1% de quienes cuidan son mujeres; sí, los roles de género pesan en la distribución de los cuidados.
Ellas promedian 38.9 horas a la semana a la labor de cuidados, o bien, 6.4 horas por día si consideramos que uno de los siete días descansa por completo, lo cual es prácticamente imposible en la dinámica cotidiana real; cuidar es un trabajo 24/7. Esta cantidad de horas son tres cuartas partes de una jornada laboral tradicional, remunerada.
¿Cuáles son los efectos en la calidad de vida de esas mujeres que dedican gran parte de sus horas a cuidar y sufren, por lo tanto, pobreza de tiempo para su autocuidado y desarrollo personal?
De acuerdo con una encuesta realizada este año por el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género en Chile a mujeres cuya labor es cuidar a un hijo, hija, hermano, hermana, padre o madre con discapacidad, el 33.3% de ellas reconoce tener problemas físicos y un tremendo 70.8%, problemas de salud mental. Entre los de salud física, mencionaron hernias, bajo peso, síndrome de túnel carpiano en una o ambas muñecas, problemas en el manguito rotador y lesiones en las extremidades; todo ello debido al esfuerzo para cargar, bañar, cambiar de posición o ejercitar a la persona a su cuidado.
Por el lado de la salud mental, sufren principalmente angustia, depresión, ansiedad, frustración y cansancio crónico; en menor medida, inestabilidad, crisis de pánico e ideación suicida. El problema no acaba ahí; dado que la mayor parte de su tiempo ya está ocupada, atender sus propias afecciones es un lujo pocas veces accesible, lo cual genera un círculo vicioso que profundiza la merma tanto en el nivel físico como en el psicológico.
Por eso, este 29 de octubre se celebra por primera vez el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, proclamado por la ONU con el objetivo de reconocer el trabajo de cuidado y su importancia para el bienestar social, visibilizando su aporte al desarrollo humano y económico. No es sólo un discurso, sino un llamado urgente a la acción para que los gobiernos del mundo respondan para proveer el sistema público de cuidados, elemento central en para avanzar en términos de igualdad sustantiva.
Mientras las mujeres sigan a cargo en la abrumadora mayoría de las labores de cuidado y éstas permanezcan sin remuneración, su autonomía económica se mantendrá limitada. Una cuidadora carece de oportunidad para competir en el mercado laboral e incluso de prepararse para crecer profesionalmente; el problema es cultural y debemos luchar porque nunca más a una niña se le diga que tiene que cuidar de sus hermanos o del hogar simplemente por su sexo.
Un dato nacional para cerrar la reflexión: en nuestro país, solo el 3.3% de personas con discapacidad asiste a un centro de cuidados en México (ENASIC, 2022). ¿A quién le toca cuidar al otro 96.7%? Respondamos con acciones para cambiar la realidad, bienvenida esta nueva y necesaria conmemoración de la ONU y cuidadito si no comprendemos su importancia.
@MaElenaEsparza