Ser parte de la Comunidad UNAM es un privilegio de vida, personal y académico. Me formé en sus aulas como alumna y también como docente y trabajé por su comunidad residente en el extranjero. De manera ininterrumpida, durante 36 años he estado vinculada con mi Alma Mater desde que inicié la carrera en la Facultad de Derecho (considerada la número 41 del mundo por la empresa británica QS University World Ranking). La Universidad Nacional es eso: UNIVERSALIDAD; lo que implica diversidad, pluralidad, inclusión, igualdad, no discriminación, libre acceso, respeto y tolerancia. La UNAM es democracia en su conformación y representatividad del rico mosaico que es México.El primer día de clases estaba sentada entre dos compañeros de orígenes muy diversos. Uno era un policía judical que en sus tiempos libres se dedicaba a trabajar la tierra. El tiempo de traslado de su casa a la Universidad era en promedio tres horas (seis en total al día); el otro era el hijo del Presidente de la República (en funciones). Esa diversidad se enriquece con el trato siempre igual a todas y todos.
Desde los 19 años comencé a trabajar, fundamentalmente en las instituciones electorales. Tuve el privilegio de que mis profesores fueran los grandes maestros y autores de los libros (Acosta Romero, Carrancá, De la Peza, Franco, Flores García, Patiño Camarena, Sánchez Bringas, etc.), pero también mis superiores jerárquicos en la oficina, en el entonces Tribunal de lo Contencioso Electoral. Entendí críticas y cuestionamientos francos y frontales de grandes maestros hacia las controvertidas elecciones de 1988. Nunca podré olvidar el shock que me provocaba escuchar durante 24 horas, la voz del maestro Burgoa, a través de unas enormes bocinas que colocaban los manifestantes frente al tribunal, cuestionando la labor de dicha autoridad y las referidas elecciones, y todos los días encontrármelo saliendo de su clase de Amparo. Aprendí lo que significan las libertades de expresión, de manifestación y de cátedra.
En mi desempeño como funcionaria del entonces Instituto Federal Electoral, nuestra máxima casa de estudios siempre fue indispensable, como institución académica experta, que acompañaba procesos científicos como los comités técnicos del PREP, distritación, monitoreos, conteos rápidos, o en procesos que involucraban a las ciencias sociales, tales como peritajes antropológicos para la formación y defensa de derechos políticos de personas pertenecientes a pueblos originarios; platafomas pedagógicas y encuestas dirigidas a niñas, niños y adolecentes para diseñar, organizar y evaluar las consultas infantiles y juveniles, entre muchos otros. El acompañamiento de la UNAM siempre es un aval y abona a la confianza ciudadana.
Durante mi gestión en el Tribunal Electoral, tanto la Facultad de Derecho como el Instituto de Investigaciones Jurídicas coadyuvaron a la formación de cuadros especializados. La ciencia jurídica, el análisis crítico y el estudio de casos se han convertido en el principal contrapeso y auditoría especializada de la actuación de los órganos jurisdiccionales.
Un legado de esta época es la maravillosa escultura Los caminos de la justicia hacia el siglo XXII, del maestro Sebastián, que representa la paridad y se ubica a un costado del Estadio Universitario. Una balanza perfecta, equilbrada. Desde el ángulo que se vea, somos iguales.
En 2016, el rector Graue me dio la maravillosa encomienda de apoyarlo en la apertura del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Boston. Se concretó el proyecto y la comunidad UNAM se unió, sumó y reconstruyeron el arraigo. Proyectos académicos, de investigación, culturales, intercambios, incubadoras, jóvenes, adultos, poetas, científicas, astrónomas, defensoras de derechos humanos, ingenieros, chefs, médicas, químicos y un largo etcétera. Precisamente esta comunidad, en una importante mayoría, era apoyada por la Fundación UNAM. Gran trabajo que debemos de seguir apoyando y consolidando. Sobre todo para quienes menos recursos tienen y para quienes tienen más que aportar.
Mi respeto y compromiso con la UNAM, también son fruto del legado de mi padre, don Agustín Alanís Fuentes, egresado de la UNAM y 60 años docente de la Facultad de Derecho.
¡México, Pumas, Universidad!