Mientras preparaba una plática para un grupo de jóvenes me acordé de los primeros cursos de inducción a la política que recibí. Recuerdo a Carlos Castillo Peraza que hacía referencia a Aristóteles, quien a su vez consideraba que el ser humano es un “animal político”. De ahí pasaba a citar aquella frase que luego repetíamos “quien no necesita de la polis (Estado autónomo constituido por una ciudad y un pequeño territorio en la antigua Grecia) para vivir o es un dios o es un idiota”. Como no nos veía con posibilidades de ser dioses, más valía que nos gustara la política para no caer en el carril de los idiotas. Es cierto que en Grecia el llamar a alguien idiota no traía la connotación que hora se tiene para descalificar a quienes se considera sin talento.

En un estupendo libro de Daniel Innerarity (“La política en tiempos de indignación”), el autor hace una referencia clara a la idiotez a la que se referían los griegos: “En la Grecia clásica el idiota era quien no participaba en los asuntos públicos y prefería dedicarse únicamente a sus intereses privados”.

Este gran politólogo hace una clasificación de la idiotez en la política que nos servirá para los meses de campaña, tanto para las elecciones locales (Estado de México y Coahuila) como la que nos espera el 2 de junio del 2024: Primero coloca a los poderosos agentes económicos que están muy interesados en que la política no funcione porque no quieren saber nada de compromisos con la democracia, ni con la justicia o la igualdad.

El segundo tipo de idiotas políticos son aquellos a quienes resulta indiferente la política. Todos conocemos o hemos escuchado expresiones parecidas a las siguientes: “yo por eso no me meto en la política”, “yo no sé de eso nada”, “no me gusta meterme”, “no me interesa la política”, “todos son iguales”. De este grupo también surgen quienes llegan a la política precisamente porque odian a los políticos y a la política.

En la tercera acepción se refiere a quienes se interesan por la política, pero lo hacen bajo una perspectiva de “observadores externos o clientes enfurecidos que terminan destruyendo las condiciones en las cuales puede desarrollarse una vida verdaderamente política”. Aquí caben también los idiotas involuntarios que descalifican todo y que debilitan todo impulso político. Aquí cabe una parte de los “humildes” intelectuales que me ha tocado leer en los últimos años que hicieron todo para que Morena esté en el gobierno y a quienes Pablo Majluf denomina “antioposición”, que dicen que “no sabían” cuando apoyaron a López Obrador, pero niegan a la oposición, o al menos buscan dividirla y debilitan, con amargura, cualquier esfuerzo de cualquier persona de la oposición; son aquellos quienes, voluntaria o involuntariamente, con sus descalificaciones y negaciones buscan hundirnos en una derrota anticipada que mucho le sirve al dictador y que limita el impulso y la valentía ciudadana que tanto necesitamos para estos años.

Diputada federal. @mzavalagc

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