La generación de la Transición Democrática hemos visto a nuestro México pasar por crisis económicas, inflaciones escandalosas, devaluaciones, terremotos, violencia electoral, inestabilidad política, muchas cosas. Y lo digo con sinceridad: nunca había estado tan preocupada por el futuro del país como lo estoy ahora.
Nunca había visto a nuestro país tan dividido, tan confundido, tan asustado, tan mal conducido y tan falto de rumbo. Desgraciadamente, lo electoral no es la excepción, estamos ante un Instituto Nacional Electoral que se desgasta sin tomar decisiones y con un presupuesto que fue disminuido drásticamente desde la Presidencia de la República. Y, por si fuera poco, tenemos un tribunal que para calificar la elección presidencial necesita al menos 6 de 7 magistrados y no los tiene.
En estas elecciones se espera, al menos, una participación de más de 65 millones de electores y, para ello, tenemos un Tribunal Electoral incompleto que no hizo llamado alguno para exigir al Senado que nombrara un magistrado más. Morena, es decir, el presidente López Obrador prefirió la incertidumbre y la debilidad de la propia institución.
En una entrevista a Mónica Soto, la presidenta en turno del tribunal, la magistrada ha señalado que “al parecer nos quedamos incompletos” para calificar la elección presidencial porque sólo son cinco magistrados, pero dijo también que aplicarán la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación para nombrar una magistrada o magistrado de la Sala Regional.
Hay cosas que nos rebasan como ciudadanos, necesitamos que los partidos políticos y el equipo “cercano” de quienes buscan la Presidencia hagan una estrategia que implique más que acompañar a una candidata. Espero que prevean posibles desenlaces de un tribunal electoral que está incompleto para calificar una elección presidencial. La autoridad electoral, tanto administrativa como judicial, debería dar los pasos ciertos para que la ciudadanía no viva con una incertidumbre más.
Reitero, muchas cosas nos rebasan como ciudadanos, pero lo que nos toca hacer lo debemos hacer y hacerlo muy bien. Y ello implica, por parte de los ciudadanos, ir a votar para que se sepa que el tribunal electoral tendría que pasar por encima de la voluntad de más de 65 millones de ciudadanos, si decide no calificar; lo que tenemos que hacer como ciudadanía es pedir certidumbre y participar. Vaya tarea que esto significa para los que no somos dirigentes de partido ni autoridades electorales.
Esta preocupación sobre la calificación de la elección presidencial se incrementa en la medida en que, precisamente como consecuencia de una polarización tan enconada como la que vivimos, las intenciones de voto cambian y ello se está reflejando en las encuestas que ya están cruzándose en favor de la oposición; es natural que los ciudadanos pidan certidumbre a la autoridad electoral. No dejemos de exigirla.