Escribo en Domingo de Ramos y no puedo evitar recordar mi vida con mis hermanos, en familia. Mis papás nos enseñaron a celebrar la Pascua. Le daban la importancia de la Navidad. Aprendimos a saber que la Navidad cobraba todo su sentido con la pasión y la resurrección de Cristo. La cena de Pascua era realmente una fiesta en la que, después de una misa de dos horas, llegábamos con amigos a casa y la generosidad de mi mamá se hacía presente recibiendo siempre a más de 15 personas. La cena era divertida, con un motivo peculiar y profundo, llena de símbolos religiosos y de razones humanas para estar ahí. Ahora mi familia es depositaria de esta tradición y mi madre, que pronto cumplirá 96 años, es una invitada a la cena que hacemos en casa.

Si miráramos con un poco de profundidad estos “días santos”, encontraríamos muchas razones para seguir caminando en nuestra vida.

Aunque son celebraciones distintas, la pascua judía y la pascua de resurrección comparten más que un solo nombre: en aquélla, que se conoce también como Pesaj, recordamos la hermosa historia del pueblo judío que huye del cautiverio egipcio, mientras que en la segunda celebramos la resurrección de Cristo después de haber sido crucificado y de haber sufrido una pasión que comenzó precisamente cuando éste celebraba con sus amigos la Pesaj. La huida de los judíos representa un vínculo —¡y qué vínculo!— que se une con la gran historia de la Pascua cristiana. Es el paso de la esclavitud a la libertad y de la muerte a la vida. Por supuesto, cuando a estas historias se les agrega la Fe, como hago yo, las dimensiones son enormes y para siempre.

La lecturas de los tres días santos que se conoce como el “Triduo Pascual” (y que se llevan a cabo el jueves, viernes y sábado) son narraciones profundas y fundantes que, a fuerza de repetirse y de recordarse, llegan a nuestros días y nos remiten a la Pasión de Jesús que hoy no puede leerse sin mirar la realidad de nuestras calles y nuestros días: juicios injustos, insultos, prisiones preventivas de oficio, violaciones al debido proceso, mentiras, excesos de autoridad, víctimas excluidas, mujeres discriminadas, autoridades que sólo quieren ver el espectáculo, silencios cobardes, madres que lloran, omisiones cómplices y cobardía generalizada frente al poderoso. Los paralelismos se vuelven evidentes.

Alguna vez leí del Papa Benedicto XVI la referencia al momento en que se enfrenta Poncio Pilato a Jesús preguntándole “… y ¿qué es la verdad?” (Jn., 18, 38). Pilato, desde el poder, no se detiene para escuchar la respuesta porque no le interesa. Lo que hace es voltear inmediatamente al pueblo para preguntar a éste, es decir al “pueblo sabio” con el que prefiere quedar bien, qué debe hacer. Al final Pilato ya no se pregunta nada más, decide condenar al justo atendiendo únicamente al mecanismo de poder. Pilato siente que su poder no tiene ningún límite, pues el pueblo y la autoridad oficial se lo reconoce

En esa misma lectura, hay otro momento: Pilato le recuerda a Jesús que tiene autoridad para soltarle, o bien para crucificarle. Jesús le reconoce el poder jurídicamente hablando, pero le recuerda que tiene límites al decirle que éste se “le ha dado de lo alto”. Pilato, que manipula a su modo este poder, trata de lavarse las manos y hacer responsable al pueblo, pero toma su decisión y, consciente de ella, dicta a Jesús la condena injusta.

¿El poder del Estado tiene límites? Sí los tiene. Debe tenerlos. Y éstos no pueden ni deben depender del capricho de quien gobierna —por muy grande que sea el apoyo popular que tenga—, ni del arrebato de la masa en la plaza pública.

En estos días, además, encontramos lecturas que nos hablan de la libertad, el servicio, el compromiso, las certezas, de la fuerza y la lealtad de las mujeres, de la humildad, el perdón y la reconciliación, de la Esperanza y la fe, así como de la vida y del amor. Son días importantes para muchos de nosotros y si bien nos ayudan a reflexionar sobre temas religiosos, también nos sirven para relacionarnos con la realidad actual y nos ayudan a ser mejores personas. Nos vemos el próximo lunes, con renovada alegría y de mi parte para mis lectores: felicidades. Feliz Pascua.

Diputada federal. @Mzavalagc

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