En alguna entrevista que le hicieron a Rob Riemen (filósofo y escritor holandés) dijo que vivíamos una amnesia creada por la propia sociedad.
En esa amnesia estamos metidos en México. Se dejó de discutir sobre las ideas, los valores morales, la justicia, la justicia social, la libertad y la democracia. Pasamos a la masificación de todo y al debilitamiento de las ideas y el vacío de las palabras. Podemos ser concretos ante la pregunta: ¿qué hemos olvidado como país para que estemos viviendo lo que vivimos en estos días?
Olvidamos muchas cosas, por ejemplo: el trabajo, el esfuerzo y el compromiso de miles de hombres y mujeres —de todos los partidos y organizaciones— que lograron la transición democrática, esa misma transición que hoy insisten en borrar de la historia.
Hemos olvidado los esfuerzos que llevaron a una economía abierta que permitió disminuir la pobreza extrema, así como la importancia que le habíamos dado a las energías renovables y limpias. Fuimos olvidando la historia, la lucha por la libertad de expresión, los cursos que se impartieron en el país sobre valores democráticos y de resistencia civil y lucha no violenta.
Se nos ha olvidado el esfuerzo que significó crear un seguro popular, con un Congreso “en contra”; también lo que significó el reconocimiento de los pueblos indígenas y la lucha de las mujeres para estar presentes siempre en la vida pública del país; se nos olvidó una reforma de seguridad que obligaba al fortalecimiento de instituciones que hoy desaparecen, reforma que por mucho tiempo sólo recibió críticas, pero que al final terminó en una mejor profesionalización y la disminución de la violencia y nadie la volvió a mirar.
Se nos olvidó que en educación alcanzamos la igualdad entre niños y niñas; que logramos la cobertura universal y que faltaba claridad en los siguientes pasos: calidad, sentido del servicio, desarrollo sustentable, valores humanos e infraestructura para la educación.
Se nos ha olvidado que con la democracia llegaron los órganos autónomos y con ellos expertos, en transparencia, en energía, en educación, en Derechos Humanos. Se nos olvidó, por ejemplo, que la Comisión Nacional de Derechos Humanos fue un organismo que se fue construyendo con esfuerzo de organizaciones y de quienes presionábamos para que este órgano fuese autónomo. Y ahora todo se debilita.
Se nos fue olvidando el sentido de comunidad en nuestras vidas y seguimos sin reconocernos nada.
Se nos olvidó el humanismo para entregarnos a la propaganda, a la encuesta y al eslogan. Se nos olvidaron los valores en la política, no los exigimos y al quitarlos de la vida pública acabamos privatizándolos. Ahora no damos crédito a la vigencia de la mentira, del insulto, del desprecio, de la falta de respeto y de la polarización. Asistimos al momento en que las palabras pierden su significado y su consistencia, por lo que la ambición y el abuso se hacen presentes desde y para el poder.
Por eso aplaudo a quienes desde el Derecho defienden la libertad, a quienes con los instrumentos legales que tienen a la mano y con talento desarrollan herramientas para enfrentar al poder que no conoce límites; apoyo las marchas pacíficas a sabiendas de que cada quien tiene motivos individuales y comparte algunos motivos colectivos para sumarse; pero sobre todo me uno al esfuerzo de ciudadanos que deciden hacer un instrumento nuevo para la política que hoy ha perdido dignidad porque perdió su memoria; me sumo a ciudadanos que de manera voluntaria, con convicción en el corazón, se resisten a perder la Esperanza para México y se empeñan una y otra vez en hacer asambleas, en convencer a los mexicanos que vale la pena organizarse en un México Libre. Me llena de emoción porque sé que no lo harían si no tuvieran valores por los qué luchar. Falta la difícil y tensa última etapa para formar México Libre. Ayúdennos.
Abogada