“Cada día, una mujer gana una batalla
para la adquisición y conservación de
su personalidad”
Rosario Castellanos
Mi papá contaba -orgulloso- que cuando se casó con mi madre por lo civil, el juez tenía en su mano la epístola de Melchor Ocampo y se disponía a leerla. Mi mamá, abogada y de oposición, le dijo: “ni se le ocurra, señor Juez, démela”. El juez, impresionado, no pudo hacer otra cosa más que entregársela y seguir la ceremonia. Al salir del juzgado, mi madre depositó la carta discretamente en el bote de basura.
El machismo, dice Ana María Bidegain, es la raíz de todas las formas de violencia contra la mujer y, para justificarlo, han servido lo mismo “tradiciones”, “costumbres” y escritos que van desde documentos jurídicos hasta citas religiosas. Lo que es increíble es que, a estas alturas, el Presidente haga expresiones misóginas y no acepte que lo son y, con ello, se atreva a negar la realidad que significa la violencia contra las mujeres. López Obrador ha sido el presidente que más mujeres ha nombrado en su gabinete, pero el nombramiento de mujeres en puestos de gabinete no garantiza la atención de las mujeres en un gobierno.
Estamos a la mitad del año 2020 y todavía vemos una propuesta clara y fuerte del Estado mexicano contra la violencia de género. La propia pandemia interrumpió un movimiento de denuncia que tuvo su punto más alto los días 8 y 9 de marzo pasado. Esta oportunidad ha sido totalmente desaprovechada por el gobierno y, además de comentarios machistas, del desprecio público al tema de género, decidió incluir a todas las instancias que protegen a las mujeres entre aquellas que sufrieron una enorme reducción de presupuesto. Todo esto ha sido acompañado de comentarios públicos que refuerzan la cultura machista: “nosotros los hombres somos más desprendidos”, “no hay maltrato al interior de las familias” y comentarios que niegan la realidad como aseverar que “no hay impunidad”.
La violencia contra las mujeres es una realidad que se ha agravado. Los feminicidios llegan a las cifras más altas de la historia en México y, una y otra vez, se ha señalado que particularmente la pandemia y el encierro han agudizado la violencia contra las mujeres y los niños en el ámbito doméstico. Esto es una desgracia que requiere de nuestra solidaridad, que debe expresarse en el lenguaje, en las acciones y en la atención del gobierno
Al gobierno no le ha importado el incremento de violencia doméstica contra las mujeres; no le ha importado ni importa el dato que refleja que las mujeres están perdiendo masiva y mayoritariamente su empleo o su ingreso. El gobierno niega los hechos que irrumpen en la realidad y cree que con negarlos dejarán de existir. Un gobierno que niega la realidad es peor que aquél que no es capaz de afrontarla.
Lo que vemos públicamente es una negación absoluta y cruel y, peor aún, institucional. Somos testigos del menosprecio del trabajo de las mujeres y del tema específico de la violencia de género. También somos testigos de despidos injustificados de mujeres que tenían un cargo dentro del gobierno y se atrevieron a disentir tímidamente con éste, o se equivocaron y dañaron los sentimientos del grupo gobernante; incluyo aquí las sospechosas renuncias de mexicanas, cuyas ausencias benefician a los hombres del poder. En sólo un par de semanas cuatro mujeres con cargos en los primeros niveles de gobierno fueron removidas, y hace unos días la licencia de una senadora. Todo se niega, nada se informa.
Para combatir la realidad no hay un solo programa. Para las mujeres sólo hay una negación del Estado expresada en un decálogo cursi acompañado de declaraciones vacías así como de actos y expresiones que fortalecen una cultura machista que indigna a las mujeres mexicanas hoy más golpeadas que nunca, hoy más abandonadas por su gobierno que nunca, hoy -como siempre- dando la batalla desde el encierro esperando que se abran las puertas.
Abogada