En la memoria de la humanidad hay voces que, nacidas del horror, se alzan firmes y decididas para propiciar armonía. Este año, el Premio Nobel de la Paz ha sido concedido a Nihon Hidankyo, la organización que agrupa a los Hibakusha, los supervivientes de los oscuros amaneceres de Hiroshima y Nagasaki eclipsados por la luz cegadora de la catástrofe nuclear.
Desde 1956, la organización Nihon Hidankyo ha sido el fiel custodio de esta memoria atómica. Un testimonio vivo de cicatrices que perduran, recordando el inmenso peligro que sigue latente en el corazón de la energía nuclear. Los hibakusha han recorrido el mundo narrando sus vivencias. Han compartido su doloroso legado con la esperanza de que la sombra de la bomba atómica nunca más se proyecte sobre la humanidad.
Hibakusha es un vocablo japonés que según el diccionario significa “persona bombardeada”. De hibaku, forma pasiva de baku, bomba o bombardear y sha, persona.
Personas marcadas por el legado invisible de la radiación. Han llevado sobre sus cuerpos y en su sangre el peso del cáncer, las huellas de deformaciones que cuentan historias de dolor y una herencia genética quebrada por el eco distante de una explosión que nunca termina de resonar. Son portadores de cicatrices no solo físicas, sino profundamente grabadas en el tejido de sus vidas.
El Comité Nobel, desde Oslo, Noruega, ha resonado con este mensaje de esperanza. Con la decisión de otorgar a Nihon Hidankyo el Premio Nobel de la Paz, no sólo reconoce la perseverancia de quienes han vivido con las secuelas de la bomba, sino también enfatiza un llamado urgente a mantener ese consenso no escrito entre naciones, que tiene como propósito fundamental abstenerse en el uso de armas nucleares. Reflejo de un compromiso global con la preservación de la paz y la seguridad humanitaria.
El Premio Nobel de la Paz es el único reconocimiento que se entrega en Oslo, a diferencia de los demás galardones de Medicina, Física, Química, Literatura Economía, cuya entrega tiene lugar en la ciudad de Estocolmo.
La paz debiera ser un estado natural de la humanidad, pero, desafortunadamente, es una obra delicada y continua que requiere de atención y compromiso constantes. Esta remembranza que el Comité Nobel conmemora año con año a través de la entrega del Premio Nobel de la Paz, cobra primordial importancia, sobre todo, en tiempos en los que los avances tecnológicos, la constante búsqueda de reacomodo económico y las crecientes tensiones entre las potencias mundiales, permite la producción de este tipo de arsenales.
El paso del tiempo amenaza con silenciar las voces de los hibakusha. Con cada año que pasa, sus filas se adelgazan y el eco de sus advertencias tiende a difuminarse. El Premio Nobel de la Paz 2024 se suma a otros reconocimientos otorgados a esta estoica organización, que dan eco a su mensaje, que mantiene viva su dolorosa experiencia y le brindan a su voz un nuevo aliento en el concierto de naciones. Es un llamado a no olvidar, a aprender de la historia y a seguir luchando por un futuro donde el horizonte de paz y prosperidad sea el destino de la humanidad.
Con este acto de recuerdo y esperanza, Nihon Hidankyo y todos los que con ellos alzan la voz, nos enseñan que incluso en las profundidades del desastre más grande, hay una luz que nunca se extingue: la luz de la resistencia humana y la esperanza de paz.
Ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
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