El 20 de diciembre de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 67/146, que determinó la “intensificación de los esfuerzos mundiales para la eliminación de la mutilación genital femenina”. Parece increíble que en pleno siglo XXI, todavía prevalezcan en diversos países, especialmente de África y Medio Oriente, este tipo de prácticas que vulneran de manera execrable los derechos de las niñas y adolescentes.
Uno de los mayores atentados contra la dignidad de las personas, su integridad corporal y su autonomía, es sin duda alguna este tipo de prácticas ancestrales, pues propician a sus víctimas no solamente un intenso dolor físico y numerosos riesgos en su salud, incluso, la muerte. Además, diversos trastornos psicológicos que afectan considerablemente su autoestima.
Esta práctica tiene por objeto eliminar el placer sexual en las mujeres, sin más razón que arraigados atavismos, y sin el amparo de inminente justificación por cuestiones de salud. Constituye un lastimoso estigma de discriminación por razón de género y desigualdad.
El 6 de febrero de 2003, con motivo de la conferencia organizada por el Comité Inter-Africano en Prácticas Tradicionales que afectan a la Salud de Mujeres e Infancia (IAC), Stella Obasanjo lanzó la declaración denominada “Tolerancia Cero con la mutilación Genital Femenina”. Stella era en ese momento la esposa del presidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo.
Es justo reconocer que desde los albores del presente milenio, esta penosa práctica fue motivo de preocupación del Parlamento Europeo. Este llevó a cabo diversas propuestas. Por mencionar algunas, la concesión de asilo a las mujeres que sufran esta amenaza; el 29-XI-2000, convocaron el Día Internacional contra la Mutilación Genital Femenina; celebraron foros de debate sobre el tema.
Todo esto motivó que diversos organismos internacionales, ONG, Políticos de diferentes países, impulsaran activamente la abolición de este mal hábito y el 20 de diciembre de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 67/146, que determinó la “intensificación de los esfuerzos mundiales para la eliminación de la mutilación genital femenina”.
Según la UNESCO, diversos factores permiten que esta horrible práctica subsista. Estima que algunas sociedades la ven como un rito de iniciación. Otras para reprimir la sexualidad de las niñas o resguardar su castidad y, no obstante que ni el islam ni el cristianismo la respaldan, es común que acudan a la interpretación de textos religiosos para su justificación; es requisito para el matrimonio y la herencia.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) afirmó que “…más de 4 millones de niñas corren el riesgo de ser víctimas de la ablación genital cada año. En 2021 se pronosticó que en la presente década podrían producirse 2 millones de casos adicionales debido al cierre de escuelas y la interrupción de los programas que protegen a las niñas de esta práctica, por la pandemia del Covid-19”.
El recordatorio que se realiza año con año el día 6 de febrero es un recuento de logros, pero fundamentalmente de pendientes. Todos tenemos un papel que desempeñar en la eliminación de esta forma extrema de violencia de género. Desde alzar la voz para externar su rechazo, hasta motivar a organizaciones, autoridades y fundamentalmente a las sociedades en las que se realiza este ejercicio aterrador, a tomar conciencia de que debemos crear un mundo donde se respete la seguridad, integridad, libertad y, sobre todo, la dignidad de las niñas, adolescentes y de las mujeres en general.