Como migrante de México y líder latino en Estados Unidos, he vivido en carne propia la conexión profunda entre nuestras naciones. Las historias de quienes cruzan fronteras reflejan la esperanza, pero también el costo humano de un sistema migratorio roto. México y Estados Unidos comparten una responsabilidad ineludible: construir juntos una reforma migratoria integral que atienda tanto las causas como las consecuencias de la migración.
Hoy, millones migran debido a la pobreza, violencia, y al cambio climático, forzados a dejar sus hogares. Este fenómeno afecta a ambos países. Para Estados Unidos, aumenta la presión en las comunidades fronterizas y polariza el debate político. Para México, convierte su territorio en un punto crítico de tránsito, con crecientes desafíos humanitarios y de seguridad.
La solución no está en barreras más altas ni en deportaciones masivas, sino en una colaboración genuina. Propongo un enfoque que combine políticas inclusivas y estrategias binacionales. Ambas naciones deben crear caminos legales que permitan trabajar, estudiar y vivir en condiciones dignas, protegiendo al mismo tiempo a quienes huyen de la violencia y el peligro. Fuerzas de tarea conjuntas pueden combatir el tráfico humano, fortalecer la seguridad y modernizar la infraestructura fronteriza.
¿Sabías que México es actualmente el segundo país del mundo que más remesas recibe, después de India? Estas transferencias económicas, enviadas por migrantes en Estados Unidos, alcanzaron un récord histórico en 2024, superando los $60 mil millones de dólares. Esto demuestra no solo la interdependencia económica entre ambos países, sino también el impacto positivo que una migración bien regulada puede tener en el desarrollo local.
Además, debemos abordar las causas de la migración. Las inversiones en Centroamérica, promoviendo oportunidades económicas y fortaleciendo la seguridad, son esenciales. Este esfuerzo debe incluir un compromiso de México y Estados Unidos, además de aliados internacionales.
La dignidad humana debe ser el eje central de cualquier reforma. Garantizar acceso a educación, salud y asistencia legal no solo protege los derechos de los migrantes, sino que fortalece nuestras comunidades binacionales. Las iniciativas locales que promuevan empatía y apoyo a los migrantes deben ampliarse, reforzando el entendimiento mutuo entre fronteras.
La migración no es solo un desafío, es también una oportunidad económica. Una migración bien regulada puede satisfacer las demandas laborales de ambos países, estimular la innovación y fomentar un desarrollo regional equilibrado. Nogales, por ejemplo, con su proximidad a Phoenix y sus crecientes capacidades, es un modelo ideal para el nearshoring y la cooperación binacional.
México y Estados Unidos tienen la oportunidad de transformar un sistema disfuncional en un modelo de colaboración que beneficie a millones. Esta reforma no es un tema político: es un imperativo moral y una oportunidad histórica para construir un futuro más justo y próspero.