La confusión simulada puede ser efectiva en ciertas situaciones pese a que puede erosionar la confianza y las relaciones políticas a mediano y largo plazo. La utilización sistemática y el abuso de esta táctica puede llevar a golpear en la línea de flotación de la reputación.
La propaganda mañanera del presidente López Obrador con relación al Poder Judicial lleva ya meses de un desgaste institucional agregando una mezcla de toxicidad a un ambiente muy enrarecido al interior de Morena —no hay maroma suficiente para consolidar la narrativa de la cacareada unidad— por el desaseo en la selección de la precandidata Claudia Sheinbaum y al exterior por los índices de violencia y la disputa contra el Estado mexicano por parte de los cárteles que cogobiernan en diversas regiones del país.
El cuadro de horror y las recientes ejecuciones de altos funcionarios en Guerrero son fotografías de la putrefacción, impunidad y la colusión entre autoridades de los tres niveles de gobierno y células delictivas. Estos escenarios no le ayudan al país que ya está entrando a la ruta electoral donde la lucha por el poder se pronostica como de alto riesgo.
Asumir que será una contienda limpia y con un árbitro parcial es demencial. No hay señal alguna que demuestre al Ejecutivo cumpliendo su palabra, los constantes cambios de postura ante asuntos nodales para la gobernabilidad son preocupantes. El método de polarizar es lo suyo. Desde su atril mañanero insiste en denostar, aplastar y violar la ley difamando y además sin consecuencia alguna.
Los escándalos de excesos y corrupción en su burbuja no hacen mella en el ánimo moreno ni mucho menos en el círculo presidencial.
El pleito sostenido con el Poder Judicial y sus ya evidentes secuelas no parecen inmutar a los actores involucrados. La embestida de López Obrador contra la ministra Piña ya originaron las ondas expansivas caracterizadas por el aumento temporal de la presión en el área que será el disparador del conflicto latente entre las togas; el dinero.
El recorte de entre 15mil y 20mil millones de pesos anunciado al presupuesto del 2024 al Poder Judicial de la Federación ha escalado un peldaño en las amenazas creíbles del Ejecutivo.
El juego perverso de dominar a cualquier costo el aparato de justicia tendrá consecuencias devastadoras que no parecen ser medidas en su justa dimensión.
Y para que no quede duda alguna de los tambores de guerra, en la Ceremonia a los Niños Héroes ni hoy en el tradicional Grito, se contará con la presencia del Poder Legislativo y Judicial.
La fiesta patria convertida en fiesta privada. Ciegos no entienden, que no entienden, una de las aristas de tan emblemáticas fechas; la molestia en las profundidades —mas no en la alegre cúpula— del mar verde olivo.
Septiembre es un mes clave en el ánimo castrense y arrastrar los desdenes, berrinches y pleitos presidenciales no es una buena decisión.
López Obrador apostando al desequilibrio para desestabilizar el status quo.
Sin embargo, no es lo mismo el primer año de gobierno que el último. La cascada de soberbia que inunda los pasillos del poder los empujará al precipicio de los errores. La danza morena delirante alrededor de la repartición del pastel electoral y la fallida operación cicatriz, no auguran certeza del éxito. El modelo de seguir tensando la cuerda doméstica e institucional seguirá sembrando agravios. Y persistir en la estrategia del conflicto no tendrá un buen final. Al tiempo.