El cinismo generalizado está llevando a un desafío a la legitimidad del gobierno de López Obrador y a la erosión del consenso democrático básico. Ello está socavando la estabilidad dentro de Morena y la gobernabilidad efectiva. Lo sucedido en el debate presidencial más allá del formato y de las fallas de producción generó la construcción de una narrativa sobre el triunfo de Claudia Sheinbaum quien, esquivando cuestionamientos, evitó contestar preguntas que se hacen millones de mexicanos atónitos ante los excesos y abusos del círculo íntimo del Presidente.
No se puede hablar de transformación si se incentiva la corrupción. Si ésta no se castiga. Si no hay rendición de cuentas. Sheinbaum carga con una pesada loseta de corruptelas permitidas en este régimen. No se pueden defender los escándalos con pruebas contundentes de tráfico de influencias y enriquecimientos (in)explicables de los hijos, amigos, funcionarios y familiares de López Obrador.
No basta con la repartición de culpas y pretender trasladar los golpes a la línea de flotación del mantra tabasqueño de “honestidad valiente” a los medios, a sus adversarios y al endemoniado pasado neoliberal.
Los debates son una herramienta fundamental en diversos ámbitos, desde la política hasta la academia y los negocios. Sirven para explorar, analizar y discutir ideas, argumentos y posiciones opuestas sobre temas específicos. El domingo la candidata del oficialismo se vio distanciada del fracaso y escándalos de corrupción de la cuatroté defendiendo sistemáticamente su paso por la Jefatura de Gobierno. La molestia presidencial se ha hecho evidente en las mañaneras. Su lenguaje corporal ha exhibido una frustración por el balconeo de esos excesos que agravian a un México teñido de sangre, de violencia e impunidad y de abandono en esferas estratégicas en la vida diaria de los mexicanos.
La pregunta que como elefante blanco se trató de ignorar es, si Sheinbaum ganara la elección de junio próximo ¿se atreverá a investigar la estela de corrupción del primer círculo del gobierno de López Obrador? Ello es fundamental para la salud y la integridad de la República. Sin embargo, exhibirse un tanto maniatada y desencajada cargando con esos pasivos y fracasos actuales no parecieron ser suficientes hechos para satisfacer el ego presidencial.
Los mensajes para Sheinbaum por no defender la transformación y sus corruptelas se han presentes y públicos. No se le tolerarán ambigüedades ni medias tintas.
El cinismo con que el Ejecutivo ha abordado los señalamientos y las pruebas del hedor que lo rodean son una respuesta adaptativa a lo que sabe está sucediendo; no hay manera de ocultar lo que apenas es la punta del iceberg de los imponderables que diariamente lesionan la imagen de “honestidad” de su administración.
Seis años más de opacidad, sin rendición de cuentas arropada por una política de abrazar a los grupos criminales y de permitir el cogobierno con el narco en vastas regiones, no son una oferta de cambio sino una bofetada de la continuidad de una estela de fracasos e impunidad.