El 2022 arriba a un México golpeado en muchos frentes y el de la pandemia, que no cede pese a los distractores y simulaciones, es aún parte innegable del presente. El espejismo de la semaforización y sus eternos tonos verde y naranja parecen quedarse en el imaginario colectivo para huir de una realidad aplastante. La variante ómicron se suma a la meseta mexicana que no ha salido de una primera ola de contagios. La pésima gestión del gobierno federal abrazado a ideología pedestre minimizando desde los inicios el brote del SARS-Cov-2 y su riesgo. El 2021 sólo confirmó la profundidad de la crisis económica —empujada desde 2019 por erráticas decisiones en la materia— y la actitud incierta y a veces agresiva de la administración cuatroté para con la iniciativa privada que danzó entre los palos y las zanahorias presidenciales.
El mal ambiente de negocios fue una constante y el próximo año no parece mostrar señales de grandes cambios en esta relación con la otrora mafia del poder. El impacto social de la crisis sanitaria y económica ha sido brutal y las nuevas variantes del virus no serán en el corto plazo una cuestión del pasado sino del presente. La política pública de Salud está inmersa en un mar de propaganda electoral y la vacunación es instrumento de la misma. El “zar” de la pandemia regala actitudes con cada repunte de contagios que demuestran que las lecciones en la gestión de la misma no han sido aprendidas pese a los ejemplos globales; no hay un modelo de previsión sino una desatinada reacción y una sobredosis de politización. Argumentos y justificaciones para no vacunar a toda la población exhibe el fondo y la forma en que un gobierno (mal)trata a sus ciudadanos.
El tipo de medidas recomendadas ha tenido un tinte político porque “la fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio” escupía en el 2020 el referido López-Gatell y que vivan las estampitas y la descalificación en el uso del cubreboca. Esa es la imagen de un gobierno que ridiculizó y subestimó un virus que ha enlutado a miles de familias mexicanas. La cifra de víctimas no ha parado de crecer y el número de casos se multiplica diariamente mientras se anuncia que ómicron le hará lo que el viento a Juárez a los mexicanos que confiados en sus autoridades se paseaban en verbenas, conciertos y un sinfín de actividades.
Expertos debaten sobre si el mundo fue tomado por sorpresa pese a que científicos y analistas expresan que alertas hubo varias. Es tarde para repartir culpas sobre lo sucedido, pero no lo es para tomar con mucha seriedad las variantes que todavía faltan por aparecer ante la resistencia gubernamental para una inmunización colectiva porque según el experto “una vacuna Covid aplicada a menores quita una dosis a personas en riesgo y… vacunarlos no cuenta con un fundamento científico…”
México entra al 2022 con escasa capacidad de respuesta frente a un fenómeno planetario, con afectaciones globales, de alta intensidad y que ha causado severos daños en los ámbitos social, político y económico. Sin embargo, la preocupación en el palacio parece enfocarse en cómo aplastar a los que disienten, sean de casa o de oposición.
La mirada en el árbol nulifica el bosque que en la periferia arde y en sus entrañas libra una cruenta disputa por el poder. Un sólo mando vertical con una línea para atizar y aplacar sin sopesar la dimensión del colapso interno. Apostar a su figura y autoridad moral es audaz y peligroso para un proyecto cuyo movimiento en las formas se divorcia del fondo y será la realidad la que nuevamente, acomode lo importante sobre lo urgente.
Mientras tanto, Feliz 2022.