En la era de las redes sociales y la información instantánea, la desinformación y la propaganda son herramientas muy efectivas para socavar a los adversarios políticos y sembrar la semilla de la desconfianza, la discordia y la polarización.
Ejemplos han sobrado, pero en las guerras híbridas se combina elementos tradicionales de la guerra como el combate militar, con tácticas no convencionales como la guerra cibernética —que incluye los hackeos tan de moda en esta simulada austera cuatroté— la desinformación y el espionaje político.
Este último en este contexto puede tomar muchas formas y suele tener el objetivo de obtener información valiosa sobre el enemigo incluyendo recolección de datos de inteligencia, manipulación de la misma y otros medios para desestabilizar el objetivo desde adentro. Pegasus es un software de espionaje altamente avanzado desarrollado por NSO Group, una empresa de ciberseguridad israelí. Puede ser utilizado para rastrear, monitorear e incluso controlar de manera remota smartphones y otros dispositivos digitales. Una vez instalado en los mismos puede acceder a mensajes de texto, correos electrónicos, micrófono, cámara y más.
En México hace tiempo este programa ha sido blanco de críticas y controversia debido, según amplios reportajes, a su uso para espiar a periodistas, activistas y actores políticos.
En medio del lodazal de corrupción para explicar el mantra de no somos iguales (sino peores), López Obrador expone en su mañanera la maniaca repetición que en su gobierno no se espía cuando después de la nota del New York Times, se exhibió que la reciente víctima fue nada menos que uno de casa, el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas.
El funcionario metido de lleno en la madeja de Ayotzinapa fue infectado por Pegasus cuando investigaba el rol de nuestras fuerzas armadas en la desaparición de los normalistas.
Sin embargo, para no variar, el comportamiento arrogante y superfluo del Ejecutivo frente al tema de pretender blindar a mandos de la Sedena, sin analizar la señal que envía a los suyos, enciende más focos morenos.
Porque sus adversarios –que no enemigos—han visto la película en repetidas ocasiones. Las preocupaciones éticas y legales de un programa que debe estar destinado para el combate contra los grupos criminales que tienen secuestradas amplias regiones del país, parece ser flexible en su castrense orden de operación.
Pegasus sólo puede ser vendido por NSO a gobiernos, ya que requiere de la aprobación del ministerio de Defensa de Israel para vender y exportar sus licencias. No hay maroma presidencial que pueda restarle importancia a lo sucedido donde además el gobierno de los Estados Unidos agregó a NSO Group a una “lista negra” precisamente por su spyware.
La coyuntura no parece ayudar a la cuatroté que inmersa en el fango de la corrupción y con temas de espionaje, empuja al micrófono mañanero y exhibe al alto mando, uniformado, a que le explique al pueblo y a su tropa un asunto personal de millones de pesos.
Triste día para nuestras fuerzas armadas y para el país donde diariamente se atropella al Estado de derecho y a pasos acelerados parece acercarse, cada vez más, a esos Estados fallidos latinoamericanos.