El nuevo contexto de la relación entre México y Estados Unidos resaltará por el hard power utilizado por el segundo que se hará presente no sólo debido a su tamaño, su economía fuerte y su capacidad militar, sino al cumplimiento de las promesas de campaña de Donald Trump sustentando la narrativa del caos mexicano culpable de todos los males, y la justificación del endurecimiento de su política bilateral centrada en el tráfico de fentanilo, la desbordada inseguridad y el desastre en materia migratoria.
Sorprende que los asesores presidenciales de la cuatroté obliguen a la Presidenta al jaloneo vacío e improductivo encendiendo la mecha de un debate que pone en desventaja a México.
Entrar en una dinámica de debate en el ámbito público o político con el próximo presidente estadunidense no es una decisión sopesada y fríamente calculada, sino exhibe una dosis de arrebatos emocionales y es justo el botón que Trump sabe oprimir logrando el resultado esperado. Utilizando un estilo directo, simple y a menudo confrontacional, el magnate activa respuestas intensas, automáticas y a menudo desproporcionadas.
Sheinbaum no debería engancharse con las estupideces vertidas y cuyo enfoque suele resonar con la base de apoyo republicano que valora la capacidad de Trump de “decir las cosas como son”.
El asunto es que el gobierno mexicano le da argumentos para entrar de lleno al uso estratégico de la polarización ayudando a posicionarse como el defensor contra un “enemigo común”; en este caso el empoderamiento de los cárteles -gracias a los abrazos del pasado- que han desarrollado un cogobierno en amplias regiones del país y la producción de fentanilo en laboratorios clandestinos. Negarlo es absurdo y estéril.
Sinaloa, Guerrero, Chiapas, Morelos, Guanajuato, Tamaulipas, Veracruz, Tabasco son epicentros de violencia derivada de la implosión del cártel de Sinaloa y la disputa cruenta por los territorios implicando además la diversificación de las actividades y negocios ilícitos en abierto contubernio con los tres niveles de gobierno.
Inexplicable la negación oficial de la gravedad que se vive todos los días pese a que la nueva estrategia de seguridad exhibe el tamaño de la hidra de narco-corrupción que carcome al Estado mexicano.
Y aunque se lamenten unos y otros envueltos en la bandera nacional, esa impunidad y corrupción con las organizaciones criminales tarde o temprano pasarán a la báscula de la Casa Blanca. No es una cuestión de si sucederá, sino cuándo sucederá y cuáles serán las derivaciones de ese conflicto latente que en los últimos seis años Estados Unidos ha estado poniendo el dedo en la llaga morena.
Quizá en lugar de entrar en una dinámica de debate directa con el próximo mandatario de los Estados Unidos habría que centrarse también en mensajes simples y claros evitando politiquería y demagogia. Redirigir el mensaje y de preferencia evitar reacciones emocionales.
Dejarse arrastrar por provocaciones y/o ataques alimenta el ego trumpista. Enfrentarlo en el futuro próximo con la táctica tradicional de la cuatroté será contraproducente.
No se olvide que Trump tiene parque de sobra contra figuras importantes de la esfera política, empresarial y castrense. Su escenario será reforzar su imagen y reputación más que discutir políticas en profundidad.
En esas aguas Sheinbaum deberá navegar. Y por si fuera poco además.. en un barco con riesgo de motín.
@GomezZalce