La razón primigenia más probable para fundamentar la polarización y el escalamiento de la violencia política en estos días hay que buscarla en la permanente tensión de la falsa dicotomía que ha empujado el presidente López Obrador y con ello, ir adoptando una postura cada vez más rígida y de intransigencia; la naturaleza cambiante de la cuatroté en una coyuntura cuyos componentes sociales, políticos y económicos no han dejado de alterarse a raíz de decisiones erráticas y contradictorias.
Los resultados están a la vista y no hay pirotecnia que alcance a suavizar los estragos de una destrucción institucional disfrazada de transformación .
El poder del Ejecutivo para modificar creencias, actitudes, preferencias, emociones o predisposiciones en un mosaico ciudadano ha empezado a mostrar desgaste.
Es natural que esto suceda y la historia mexicana está plagada de ejemplos, lo sorprendente es que en el palacio no se modifique la ruta que va claramente a la colisión y muy lejos de aquel relato de unidad y de gobernar para todos.
El hilo se ha roto con lo sucedido en San Lázaro y la reforma eléctrica que no contó con la mayoría calificada. La derrota ha sido mal administrada y ha cimbrado el ecosistema de la información pública, el panorama de los medios de comunicación y el balance en una otrora desdibujada oposición.
La construcción de la batalla eléctrica comenzó hace varios meses e involucró a actores domésticos y externos. La información falsa, la desinformación y los hechos basados en opiniones terminaron por convulsionar el dominio público y como resultado se ha erosionado aún más la confianza, pilar fundamental de cualquier sociedad. Sorprende que desde la burbuja del poder se haya unificado a toda la oposición y que se pretenda simular o minimizar lo sucedido. La distracción del día después y la furia por el nuevo descalabro han sido directamente proporcionales al péndulo del ánimo presidencial. Y eso da más claridad al escenario harto predecible que al final arrastrará a los que hoy detentan el poder. El régimen y el círculo cercano presentan vulnerabilidades que serán impactadas en el clima de revancha que han sembrado. Cosecharán el fruto de las semillas del rencor y la venganza.
Tildar de traidores a la patria a legisladores que votaron en contra de la reforma eléctrica además de mostrar el fracaso del régimen para definir un modelo eléctrico, exhibe que son peores que el pasado.
Sin rumbo, sin ejes rectores ni objetivos estratégicos este gobierno ha fallado en áreas sensibles en pleno cuarto año de gobierno y con una sucesión adelantada.
El innecesario exceso contra la oposición abre una peligrosa puerta en la presente coyuntura donde el Estado se muestra frágil en varios frentes.
Donde no hay cohesión social ni empatía con la realidad que atropella a millones de mexicanos con inflación, crisis económica y una incontrolable inseguridad en regiones enteras. El ánimo de pleito empujado desde la mañanera contamina todos los espacios políticos y sociales. ¿Acaso la apuesta es por una mayor fragmentación política e institucional?
Aún queda un largo camino rumbo al 2024 y la recopilación de datos de riesgo a menudo en este gobierno no es siempre completa ni estructurada. La combinación de factores en juego muestra un alto nivel de asimetría que requieren atención y estrategia.
Bien haría el presidente en poner más atención a la prevención de crisis separadas. México entrará en un torbellino de factores externos en un contexto de fracturas internas.
Es inminente la prudencia y serenar los ánimos.