Las causas que explican el empoderamiento en estos cuatro años del crimen organizado en México obligan en primer lugar a revisar la política pública de los abrazos diseñada para combatirlo, ya que sus resultados a todas luces arrojan un saldo negativo y un absoluto fracaso; la ola de violencia sigue en aumento. De particular relevancia sigue siendo la corrupción sistémica que ha hecho posible que funcionarios acaben protegiendo redes criminales.
Esta complicidad y protección asegura y amplía las actividades ilícitas conformando el eje estratégico corrupción-criminalidad para explicar el crecimiento de este fenómeno.
Ahora bien, los datos exhibidos en el comportamiento delincuencial durante las elecciones del 2021 acerca de la participación del crimen organizado en diversas regiones sientan un precedente para repetir el modelo.
La revelación de algunos documentos hackeados a Sedena por el grupo “Guacamaya” arrojó los “otros datos” del análisis verde olivo acerca de la complicidad con células criminales del titular de Gobernación cuando fue gobernador de Tabasco. A este contexto debe sumarse que en el foro internacional “Seguridad y Justicia por un México Mejor” Manuel Espino expuso que le propuso al secretario un pacto con el crimen organizado para conseguir la paz y que, según sus palabras, dos cárteles aceptaron lo que hace viable sostener que se estuvo de acuerdo en explorar esa ruta.
Si además se agrega que en algunos gabinetes de seguridad mañaneros trascendió que se planteó la negociación con un poderoso cártel a cambio de información para dar con el paradero de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, los indicios de negociar con terroristas domésticos han estado en la agenda cuatroté.
Las consecuencias no son de pronóstico reservado sino bastante predecibles.
La duda es si este gobierno entiende lo grave de que el Estado mexicano pacte con criminales “atendiendo a sus intereses” en un asunto de seguridad nacional y bilateral.
¿Cuál sería la moneda de cambio para negociar con cualquier banda de delincuentes? ¿El perdón o el olvido de delitos?, ¿un camino de impunidad que a cambio transite por la esfera electoral?, ¿aceptar sin máscaras que se comparte el (des)gobierno de territorios para el tránsito de sus “intereses”?, ¿es la claudicación del Estado y el inicio de un narco-estado?
La narrativa de este concepto hace tiempo está en la mira internacional colocando a México en una peligrosa situación con derivaciones en todos los ámbitos. El próximo martes hay elecciones intermedias en los Estados Unidos y los resultados van a impactar en varios rubros, pero estratégicamente en la esfera de seguridad y en la cooperación bilateral; la estrategia de los abrazos es un punto de inflexión.
¿El mundo atestiguará que en el 2024 la disyuntiva para los mexicanos será votar por la continuidad de un gobierno que más allá de la transformación no se desmarcó de manera tajante del relato de los pactos con el crimen organizado?
No alcanza con una mañanera para parar el vuelo de la guacamaya si además un alcalde morenista plantea la construcción de un ¡museo del narco! en Badiraguato, Sinaloa, para “atraer el turismo”. La sola formulación del despropósito enmarcado con el discurso de que “somos un gobierno que escucha todas las voces” confirma otra raya al tigre morenista…
@GomezZalce
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