Las organizaciones criminales que representan un riesgo para la seguridad nacional de Estados Unidos serán consideradas en breve como organizaciones terroristas (FTO). En pocos días asumirá el poder Donald Trump y sus primeras acciones estarán enfocadas para enviar señales muy claras a su base y su relación con otros actores internacionales.

No malgastará su tiempo en políticas públicas profundas. Su modelo será mediático-conflictivo para obligar a sus contrapartes a entrar de lleno en una arena que mina y domina.

México será una estrella en el firmamento trumpista. Las actividades ilegales en la esfera político-criminal mexicana amenazan de manera significativa los intereses fundamentales de Estados Unidos; la seguridad de sus ciudadanos, la estabilidad económica y la integridad de su(s) frontera(s). La construcción de una narrativa sobre el cogobierno en amplias regiones del país con organizaciones delictivas a cambio de favores electorales y diversificación de negocios ilícitos, tiene mucho tiempo en el radar demócrata y republicano.

El fracaso de seis años de la administración anterior abrazando y tolerando a los cárteles de la droga que derivó de un tráfico masivo de fentanilo y una crisis sin precedente en materia de salud pública llega a su punto de inflexión.

Ocultar desde una mañanera el problema y jugar con distractores baratos no son ya opciones. La amenaza latente se cumplirá en tiempo y forma.

El próximo presidente estadounidense ha mostrado el tipo de relación que quiere con el gobierno de Claudia Sheinbaum y con el inquilino de Palenque. No deja nada a la imaginación ni a la especulación al invitar a actores internacionales de derecha y extrema derecha a la ceremonia de investidura el próximo lunes, y con ello reflejar su afinidad con aquellos que comparten una visión poco convencional de la gobernanza. Trump se comportará de manera menos habitual que en su primer mandato y ejecutará acciones que pondrán en riesgo el balance de poder doméstico y global.

En el gobierno transformador tratan de administrar el caos heredado y el tamaño de la hidra criminal, de corrupción e impunidad que carcome al Estado mexicano.

Sheinbaum declaró ayer que México cooperará con Estados Unidos como respuesta al señalamiento de Marco Rubio sobre una coordinación integral para enfrentar a los cárteles. Se entiende que entendieron las múltiples advertencias en el marco de las comparecencias en el Senado estadunidense del próximo gabinete.

Trump tendrá menos matices para ceder en esferas estratégicas y el manejo del timing muestra un objetivo común y consensuado.

En ruta paralela, la esfera comercial será un reto importante para el equipo encabezado por Marcelo Ebrard. La postura del magnate estadunidense contra China refleja una preocupación económica, tecnológica y geopolítica. Si se suma a la ecuación trilateral el anuncio que Canadá responderá arancel por arancel contra productos estadunidenses, el escenario de un conflicto comercial como herramienta para proteger las industrias nacionales o corregir desequilibrios comerciales meterá más presión regional. Los efectos negativos suelen superar cualquier beneficio a corto plazo.

La hoja de ruta mexicana deberá contener una combinación de estrategias económicas, diplomáticas y políticas. Sin embargo, el principal reto es recuperar la confianza y el Estado de derecho. Anunciar planes ambiciosos mientras se desmantelan los contrapesos son señales que el mundo analiza con atención.

@GomezZalce

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