“Que no nos metan miedo” espetó campante el presidente en la mañanera de hace unos días en relación a la nueva variante del SARS-CoV-2 que es hoy nuevamente la cereza en la crisis sanitaria global. La vacunación parcial de la población mundial ha generado una presión sobre el virus desplazándolo a otras zonas geográficas y a otras edades. Lo ejemplos de hoy sobrepasan cualquier pronóstico. Lo que ya no es sorpresa alguna es la reacción presidencial y los pedestres aplausos del coro moreno bajo la batuta del maestro López-Gatell y la audacia científica del secretario Alcocer. Simulan ignorar frente al púlpito mañanero que la inmunidad colectiva se logra mediante la inmunización de una gran proporción de la población. Y es evidente que México está muy lejos de esa meta.
El debate es batirse en relatos simplones para que la narrativa presidencial no pierda momentum; los niños no necesitan vacunarse, los neoliberales abandonaron la salud, no habrá cuarta ola y un largo etcétera de distractores y justificaciones entrado ya el cuarto año de gobierno.
Por primera vez desde el inicio de la pandemia se disponen de herramientas y mayor conocimiento para hacerle frente. La única manera que hay para comenzar a ver la luz al final del túnel de las variantes es la vacunación con pauta completa al mayor número de mexicanos, un modelo de seguimiento puntual —pruebas, pruebas y más pruebas— y una estrategia de salud pública que no tenga tamices electorales. La mayoría de los expertos coinciden en la aplicación de un refuerzo y en varios países ya se está en la ruta de una tercera dosis.
En medio del cuarto repunte de una larguísima meseta donde México ha estado estacionado los últimos 24 meses, la cuatroté regala su manual de contradicciones. Lo importante fueron las festividades navideñas para que entrado el 2022 se activen las alertas ante la rapidez de los contagios, la saturación en farmacias y clínicas de salud para la aplicación de las pruebas es suficiente ejemplo de lo que está viviendo el país. La crisis sanitaria es un hecho innegable. La falta de medicamentos y el colapso del sistema de salud en varios frentes no puede taparse con la perorata discursiva de pedir explicaciones al pasado y justificaciones de un gobierno desordenado y altamente ineficiente.
El país transita peligrosamente en el filo de la permanente crisis; llámese sanitaria, económica y de seguridad. Esta última mostrando su peor cara sin distinguir colores partidistas. Un gobernador en una fotografía sonriendo rodeado de criminales que le recuerdan sus pactos. Otro, más cínico, encomendándose a la Divina Providencia ante el regadero de cuerpos y la violencia frente a sus narices. Y desde la mañanera colocando agenda que evite hablar de la guerra que vive México. El efecto de décadas de la violencia relacionada con las organizaciones criminales en la contracción económica y el empleo hace ya catarsis en esta transformación que no será si el caos, la impunidad y el nulo Estado de derecho en regiones enteras continúa su acelerado paso.
Políticos regodéandose en la alberca sucesoria y un presidente enfilando baterías contra organismos autónomos, universidades privadas y su lista interminable de adversarios distrae de la urgencia e importancia de buscar soluciones y aplicar la ley. La escalada de la violencia, la crisis económica y sanitaria no deben seguir siendo minimizadas.
Tres años de construir una herramienta analítica como es la curva de aprendizaje son suficientes para haber sopesado el resultado de las decisiones tomadas los meses de transición allá en el 2018. No alcanzan las ocurrencias del ensayo-error para enfrentar la peligrosa problemática del 2022. El tiempo corre frente a los avisos y los datos duros..
@GomezZalce