La detención del General Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional, nos debe obligar al gobierno y a los mexicanos a la reflexión, profunda y pública, que nos permita contestar ciertas preguntas clave.
¿Qué tan penetrado está el Estado Mexicano por el crimen organizado? ¿qué debe hacerse para combatir el problema? ¿estamos preparados para enfrentar el problema?
No se puede ver lo que no se quiere ver. El Estado mexicano y Estados Unidos por muchos años han caído en la negación del fenómeno mafioso creciente en ambos países, así los ingenuos y los cómplices se han negado a ver la infiltración de las instituciones de ambos Estados a pesar de los indicios y las evidencias.
Las mafias son estructuras organizadas de poder territorial que compiten con el Estado por el ejercicio del monopolio de la violencia legítima y en el cobro de impuestos, donde su razón de ser son las ganancias económicas, pero su esencia es el poder. Por eso Giovanni Falcone nos dijo: “la mafia como sistema de poder y patología del poder, que se convierte en Estado allí donde el Estado se halla trágicamente ausente”
Cuando los estados viven la negación es necesario parafrasear al poeta francés del siglo XlX, Baudelaire que nos dice “El mayor engaño del diablo consiste en convencernos de su inexistencia”, ya que no querer ver el problema es lo más cómodo para todos.
Hay demasiada evidencia del narcoestado que vive México como para guardar silencio cómodo y cómplice. En el último año tenemos 3 alarmantes sucesos que no debemos soslayar porque nos ilustran la degradación del Estado mexicano: el culiacanazo con la fallida detención de Ovidio Guzmán, donde el presidente López dio la orden de liberarlo; la detención en EU de Genaro García Luna, exsecretario de seguridad del Gobierno de Calderón; y la reciente aprehensión del general Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional por parte de la DEA.
Siempre he sostenido la tesis de que no existe crimen organizado sin apoyo institucional. Ya desde la época de Echeverría era conocido el vínculo de la familia política del presidente con el crimen organizado en Guadalajara; igual había trascendido los compromisos corruptos del general Félix Galván, secretario de la defensa con López Portillo; con Zedillo fue detenido el General Gutiérrez Rebollo siendo Zar antidrogas; con Carlos Salinas, su hermano Raúl trataba directamente con el señor de los cielos en Sinaloa.
Con Fox, la alternancia generó el vertiginoso crecimiento del narcotráfico a través de la alianza con muchos gobernadores como Juan Millán, en Sinaloa; Tomas Yarrington, en Tamaulipas, y Natividad González Parás, en Nuevo León, entre otros. En el sexenio de Calderón se sabía que el Ejército no era confiable por eso los operativos estratégicos contra poderosos capos se realizaban por la Marina, también sabemos que se privilegió al cártel de Sinaloa combatiendo a sus enemigos; con Peña se dejó el control del “negocio” al Ejército, donde el acuerdo era: los militares no son problema mientras los dejen “trabajar”.
¿Cruzamos el punto de no retorno? Es decir ¿el costo de combatir el crimen organizado es ya más grande que el costo de tenerlo?
O, como sugiere Buscaglia, puede ser una gran oportunidad para empezar a limpiar al ejército, la política y el Estado a través de combatir las redes criminales políticas, económicas y sociales que dan sustento al crimen organizado en México.
¿Se animará el presidente?
Ingeniero industrial y empresarioTwitter: @ClouthierManuel