¿Mandarán una avanzada antes de iluminar la ciudad cada año? No lo sé de cierto. Muy temprano, con febrero en sus días de estreno, caminaba por Vértiz y antes de llegar a la Glorieta de la SCOP, rumbo al sur, la vi. Es pequeña, pero ya estaba repleta de esas flores violeta (azul violáceo, me han enmendado) que cada año hacen refunfuñar a quienes barren las calles y a los propietarios de los coches que se estacionan debajo de ellas: son una monserga, me dicen. Será el sereno: son bellísimas y sorprende su retorno pese a todo. Ya luego abundaron: “Manuel, ya florearon las jacarandas...”
Antecitos del inicio de la pandemia en el país, confluyó su entramado violeta y verde con otro, portador de los mismos colores: la enorme marcha de las mujeres el día 8 de marzo de 2020, previo al paro programado para el día siguiente. Las pañoletas, verde y violeta, fueron acompañadas por las jacarandas. Se saludaban. Nuestro lugar, me refiero a los hombres, fue aprender, guardar silencio y observar. Hay que seguir así frente al movimiento social más importante de nuestra época. Escuchar luego de tantos siglos de acaparar la voz e indicar cómo se han de hacer las cosas.
Según mi parecer, las jacarandas significan la esperanza en que la vida insiste y persiste en surgir: terca. Como seguro este miércoles 8 y el sábado 11 veremos que la exigencia de “nos queremos vivas” es aún más tozuda, firme y clara, pues las cosas no han ni siquiera mejorado un poco.
También son las fechas en que cientos de miles de estudiantes, que terminaron la secundaria y pueden seguir con un elemento educativo en su mirada al futuro, se inscriben, pagan, estudian como nunca con la obcecada expectativa de “pasar el examen y ojalá en la primera opción”. Como sus colegas floridas, se presentan cada año y dejan a sus padres pasar tres horas en el camellón de la avenida. Salen y escuchamos: “¿Cómo te fue, te atoraste en algo?” Varían las respuestas, mas no le expectativa de lograrlo. “Algunas estaban fáciles, otras muy pesadas, y le tuve que hacer al tin-marín en pocas, y hasta al Jesús, José y María, dame puntería: en una de esas, ayuda”. Ya veremos... Habrá que esperar meses para saber el resultado.
Una sociedad tiene futuro cuando sus mujeres salen y toman la calle para expresar, con toda libertad, su indignación por tantas muertes derivadas de una sola “razón”: ser mujeres. ¿Que es ruda, rasposa y agreste la manera en que se demuestra? No más digo: ni siquiera se acerca un milímetro de milímetro a la rudeza y crueldad de un feminicidio. Ni a la violenta circunstancia de vivir, cada día, con miedo por ser mujer en zona minada por el machismo, y abundante en el descuido de las autoridades desde hace décadas.
Y también cuando las y los jóvenes sostienen expectativas, aún, del sentido e importancia de la educación en sus futuras trayectorias, habida cuenta de atajos ilegales, no pocos, a su alcance.
A contracorriente del gris cemento y la contaminación en que vivimos, extraviada casi en su totalidad la posibilidad del diálogo entre quienes piensan distinto, que tratan de aplastar el porvenir —incluso la vida misma— de tantas y tantos, las marchas y los pasos en procura de la educación son signos de la persistencia de buscar y construir otro futuro, donde ser mujer no sea nunca un peligro ni estudiar apuesta vana o simple inercia. Ojalá lo sepamos ver, como a las flores en las ramas o tapetes banqueteros. Más nos vale. No es poco lo que está en juego: es hora de hacernos cargo.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México mgil@colmex.mx
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