En septiembre de 2013, cuando la Reforma Educativa del Pacto por México concluía las leyes secundarias de su modificación al Artículo Tercero, un profesor grabó un video en el que comparaba al sistema educativo con un camión destartalado, y atascado, en la cuesta de un camino casi destruido, lleno de baches cubiertos de lodo. En el relato, llegaban las autoridades a resolver el problema. Su decisión fue insólita: poner corbata a los choferes, y falda plisada a las conductoras y asunto resuelto. La evaluación del magisterio —corbatas y faldas— era la solución para el entuerto, dado que se ubicó en él la causa del desastre. Y a examinar se ha dicho, a mansalva, torciendo la lógica, el derecho y el más elemental sentido común. La problemática educativa quedó intacta o empeoró, a pesar del Nuevo Modelo Educativo propuesto casi al final del sexenio. (Con el título “La Reforma Educativa” es accesible en YouTube).
En 2017, la actual administración reformó tal reforma —de manera pragmática, no programática— eliminando el filo laboral asociado a la evaluación (su piedra angular), y anunció el arribo de la Nueva Escuela Mexicana. Vino el Covid: en marzo de 2020 cierran las escuelas, y durante un par de ciclos lectivos las actividades educativas se realizan a través de escolarización remota por medios electrónicos.
La pandemia se asemeja a un deslave de tal magnitud que el maltratado transporte se volteó y se magulló más. Si no podía moverse antes, debido a décadas de descuido (sobre todo de las instituciones públicas), cuantimás si el alud lo había derribado y, para colmo de males, con todos los actores dentro.
Frente a la nueva situación, las autoridades arriban al sitio y adoptan un remedio desconcertante: ¡cambiar el motor! Al cuarto para las doce anuncian la puesta en marcha del Nuevo Modelo Curricular 2022. ¿Y el recuento de los daños; la precisión en la pérdida de los conocimientos esperados en los que aún están dentro del autobús; datos confiables de cuántas y cuántos dejaron de estudiar? Misterio. Tan incoherentes las corbatas y el plisado de las faldas, como la decisión de instalar, en el vehículo derrumbado, una nueva máquina.
Sin dejar de lado que el diagnóstico de lo ocurrido por la pandemia es indispensable y urgente, y no es entendible su demora, es interesante dar cuenta de un proceso de debate muy oportuno. Gracias al auxilio y el conocimiento de colegas y docentes, la alegoría del camión y las propuestas de cambio han sido analizadas y se han hecho críticas, muchas de ellas muy pertinentes
“Profesor, ¿no será que su ejemplo falla, porque el sistema requiere distintos vehículos, dada su diversidad y desigualdad, pues hay carreteras, brechas o veredas en que ocurre el proceso educativo? ¿Y si no es el caso de poner otro motor al viejo sistema, sino construir, y emplear, otro medio de transporte? Así, la alegoría se enriquece.
¿Una —otra— reforma general, centralista, en lugar de reformas convergentes en su horizonte, pero situadas y atentas a los variables contextos en que se desarrolla la educación? Si quieren ir tan hondo, ¿por qué la premura y la falta de consulta en serio?
Entender mejor las cosas deviene de escuchar las objeciones y tomarlas en cuenta. Sin cuestionar los viejos esquemas no avanzaremos. ¿El gobierno sabrá ponderar los cuestionamientos, frenar sus prisas, meditar la envergadura de lo que propone y reconocer el grado de improvisación ocurrente con el que está actuando? Esta es, creo, una demanda central impostergable.
mgil@colmex.mx
@ManuelGilAnton
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