No olvidemos esta fecha. Nunca.
Infamias, vendetas revestidas de afán de justicia, desprecio a la actividad científica, pugnas, pareceres variopintos, declaraciones y posicionamientos diversos. Mucho ruido y falta de claridad. Confusión para el lego –que no desinteresado– y una serie de temas que no merecen abordarse desde la estridencia pues afectan aspectos medulares del país. Tengo claro, para mí, que:
1. La Fiscalía de Gertz Manero hizo a un lado su autonomía por el afán de venganza (propio), y de la mano del menosprecio a la actividad de investigación (propia del gobierno federal, que no escatima descalificaciones a este sector) emprendió una acusación contra 31 personas en la que incluye presuntos delitos propios de una mente delirante, y la envía a un juez del penal donde se ubican los delincuentes más peligrosos del país. En la resistencia activa y condena a esta maniobra no hay modo de eludir el máximo repudio. Con independencia de quiénes son los ahora acusados y nuestra relación con ellos (pero incluyéndolos), al defenderlos del oprobio reivindicamos el estado de derecho que a todos nos ampara.
2. El juez que recibe la solicitud de liberar las órdenes de aprensión es un ejemplo del acierto de la división de poderes. Enhorabuena por su entereza.
3. El mismo juzgador refiere a la resolución que al respecto ya emitió la Suprema Corte de Justicia: otra ventaja del contrapeso del sistema judicial.
4. La legalidad de la relación entre el Conacyt y el Foro Consultivo, desde su creación en 2002 y hasta el 2018 cuando se modifican los ordenamientos, es nítida. Puede, sin duda, considerarse inadecuada o perfectible, pero no ilegal, de tal modo que se abre la posibilidad de reformarla, pero de su modificación a futuro no se sigue la retroactividad que se pretende llevar a cabo.
5. Se han desatado infundios, malentendidos, delaciones inválidas que asemejan a delincuentes a quienes han tenido una beca para estudios en el extranjero por la cuantía de la inversión que implicó. Es penoso advertir la mala entraña de los que lo hacen, pues además de mostrar su estulticia, ignoran que, por ejemplo, en Brasil, con Lula y Dilma, se enviaron a estudiar a otros países a decenas de miles de jóvenes. ¿Pueden mejorar los sistemas de obtención de esos apoyos? Por supuesto, pero no descalificarlos como resultado de medios ilícitos.
Por lo anterior, que no puede extenderse en razón del espacio del que dispongo, considero que todo este galimatías produce una polvareda que oculta tareas muy necesarias para el desarrollo de la actividad académica y científica en el país. De nuevo, a guisa de ejemplo:
1. ¿Cómo habría de organizarse un espacio de consulta y representación de las y los investigadores, legítimamente integrado mediante procesos democráticos, que contribuya al diseño de una agenda prioritaria y sensata para la investigación científica en el país?
2. ¿Qué riesgos contiene la idea actual de contar con una “Agenda de Estado” en materia de investigación, sin aclarar la forma en que se procesa, habida cuenta de una tendencia a confundir al Estado con el gobierno en turno y sus perspectivas unilaterales y de corto plazo?
3. ¿Cuál es el papel que debe jugar, en el entramado institucional público, el Conacyt?
Valgan, como botones de muestra, estas tres cuestiones –hay muchas más– para advertir que la polvareda actual, a todas luces injusta, abusiva y torpe, impide atender a cuestiones de las que depende el papel de la indagación científica en México y su futuro. No es, para nada, poca cosa.
mgil@colmex.mx
ManuelGilAnton