Ser niña en México es, cada vez más, un acto de riesgo. En algunos estados es casi una sentencia. Niñas que caminan a la escuela, que juegan en el patio, que sueñan con ser doctoras o bailarinas… y desaparecen. Se esfuman en el aire espeso de un país que no sabe encontrarlas. O peor: que no quiere. En el Estado de México y en Tabasco, la infancia femenina es presa fácil de una maquinaria de impunidad que avanza sin freno.

A partir del Informe Nacional de Personas Desaparecidas 2025, elaborado por Red Lupa (Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia), la desaparición de personas se confirma como una crisis humanitaria sostenida, no solo por el crimen, sino por el desdén institucional. Los números no mienten, aunque se pretendan maquillar: 110,000 personas desaparecidas hasta mayo de 2025. La mayoría desde el año 2000. Más de la mitad, desde 2018. Solo en 2024 se reportaron 13,106 desapariciones. En 2025, la tendencia sigue creciendo. Un país que no retrocede: se hunde.

Y en medio de esa marea de ausencias, la figura más frágil y más invisible es la de la niña. El 56% de las desapariciones corresponde a mujeres, siendo el grupo de 15 a 19 años el más afectado. La adolescencia femenina, esa frontera entre la infancia y la adultez, se ha convertido en blanco predilecto de redes de trata, explotación sexual y otras formas de violencia criminal. No es un tema de inseguridad solamente. Es una crisis de género con tintes de exterminio silencioso.

El Estado de México, aun con su segunda Alerta de Género vigente desde 2019, acumula más de 12 mil mujeres desaparecidas hasta marzo de 2025; más de 2 mil siguen sin ser localizadas. Ecatepec, Toluca, Naucalpan y Chimalhuacán son sus epicentros. La alerta no ha sido solución, apenas una sirena que nadie escucha. ¿Dónde están las fiscalías? ¿Dónde las redes de protección? ¿Es culpa de la Corte, del crimen, del silencio?

Tabasco tampoco es ajeno al espanto. En el primer semestre de este año, 302 niñas desaparecieron. Eso representa 71.97% de las Alertas Amber emitidas en la entidad. Tabasco ya no es el edén pacífico que se presumía. Es un foco rojo. Y frente a este infierno, ¿dónde están Delfina Gómez y Javier May? ¿Y sus fiscales José Luis Cervantes Martínez y Nicolás Bautista Ovando?

Entre los datos más lacerantes está la concentración territorial del 44.3% de los casos en cinco estados: Jalisco, Estado de México, Tamaulipas, Veracruz y Nuevo León. Pero el incremento del 87% en desapariciones en Tabasco revela que ya no hay “zonas tranquilas”. La violencia se ha generalizado. Y el Estado —el Estado todo, sin importar color o sexenio— ha fallado.

La mayoría de las víctimas tiene entre 25 y 29 años, lo que golpea al corazón productivo del país. Pero es en la niñez —en las niñas— donde el daño se vuelve irreparable. Porque cuando un país no puede proteger a sus niñas, deja de tener futuro. Y cuando no las busca, ni siquiera tiene presente.

@MaiteAzuela

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