Ahora que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se refirió al Consejo Estudiantil Universitario en el que ella participó, así como el coordinador de asesores de la Presidencia Jesús Ramírez Cuevas, y el subsecretario de Hacienda, Edgar Amador, quiero contar lo que podría llamarse la prehistoria del CEU. En 1986, el rector Jorge Carpizo publicó Fortalezas y debilidades de la UNAM, y propuso reformas entre las que se incluía el alza de las colegiaturas y otros cobros. El Consejo Universitario, como siempre, sin rechistar aprobó los cambios etiquetándolos como de obvia resolución. Creo que los únicos que votaron en contra fueron Héctor Tamayo, profesor de la Facultad de Economía, e Imanol Ordorika, consejero estudiantil por la Facultad de Ciencias. Imanol, al argumentar su voto en contra, se refirió a aquella frase de Espartaco: “Volveremos y seremos miles”.

En aquel entonces un pequeño grupo de activistas, que habíamos militado en la revista Punto Crítico, (pero por diferencias habíamos salido de esa organización) habíamos formado una organización entre cuyas acciones se incluyó actos como la solidaridad con el pueblo palestino y un juicio condenatorio de Israel por las matanzas de Sabra y Chatila. Precisamente el día de la votación en el Consejo Universitario, teníamos reunión de nuestra organización a la que llegó Imanol y nos planteó: ahora cómo hacemos para que seamos miles.

De inmediato, Salvador Martínez de la Rocca, el Pino, con su talento político extraordinario, propuso que Imanol y Carlos Imaz, estudiante de Sociología, “salonearan”, es decir informaran en los salones de clase, de las Facultades, las preparatorias y los CCHs, el efecto privatizador de la universidad pública. Al mismo tiempo, había que llamar a una asamblea que en principio sería en el auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras, pero que había que estar preparados para sacar un sistema de sonido a la explanada de la Biblioteca Central, por si la asistencia era de miles, como había prometido Imanol.

Y sí, fueron miles quienes asistieron y enseguida se formó el Consejo Estudiantil Universitario, al que después le llamarían el CEU histórico, con dos representantes por escuela o facultad. De ese Consejo formarían parte entre otros Claudia Sheinbaum, Jesús Ramírez Cuevas, Fabrizio Mejía Madrid, Martí Batres, Antonio Santos, Edgar Amador. A Edgar le dirigí su tesis de licenciatura y luego fue durante algunos semestres mi ayudante de profesor.

De ese movimiento resaltan aspectos importantes. Uno, es que se reconoció como heredero del movimiento estudiantil popular de 1968. Y retomó una demanda, nunca cumplida del 68, que era el diálogo público. Significativo, porque durante años, frente a los movimientos sociales, los gobiernos elegían entre la represión o la corrupción de los líderes. El CEU en efecto consiguió el diálogo público en el auditorio Che Guevara y se transmitió por Radio Universidad.

Ese debate se realizó entre 10 integrantes del CEU y 10 representantes de las autoridades. Los compañeros del CEU nombraron creo que 10 asesores, profesores, entre los que sólo recuerdo, además de mí, al muy prestigiado astrónomo Manuel Peimbert.

Quizá lo más importante del movimiento del CEU, es que resultó triunfante, porque no sólo no aumentaron las cuotas en la UNAM, sino que se aceptó la realización de un Congreso Universitario. Ciertamente las autoridades encontraron, más tarde, las formas de traicionar los acuerdos del Congreso, sin embargo, eso no le resta el carácter triunfante y las muchas enseñanzas del movimiento del CEU.

Profesora de la Facultad de Economía, UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura, Económica, Política y Social (CACEPS),

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