Los cuatro torneos del Grand Slam ofrecen situaciones sui géneris que —por lo regular— no se comentan, no salen a la luz y no se ventilan de la manera tan explícita y detallada como en Wimbledon, donde los escépticos reporteros y analistas comentan con lujo de detalle; algunos con investigación, otros con conocimiento y experiencias.
Darren Cahill, coach de Jannik Sinner, menciona lo complicado que es el tenis para los jugadores, hombres y mujeres, que no logran colocarse entre los primeros 10 del mundo, evidenciando lo difícil que es en lo económico, técnico, en luchar semana a semana por ganar puntos, no perder lugares en la clasificación y mantener el nivel que les permita entrar al siguiente torneo, para obtener el dinero suficiente para subsistir dentro del estelar circuito.
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Pero lo que ha venido saliendo a flote es la salud mental de los tenistas. Tema difícil, espinoso, contradictorio y muy complicado de entender, así como de aceptar, por los protagonistas, entrenadores y padres, así como organizadores de torneos y patrocinadores de los jugadores estelares.
Existen tenistas que tienen que clasificar o los que apenas cuentan con suficientes puntos para poder entrar a los torneos de forma directa, para que —de alguna manera— puedan generar el suficiente dinero para continuar con su objetivo.
Los ingresos parecen altos, pero los gastos son muchos, pues tienen que viajar, además de cubrir —en ocasiones— lo que implica estar acompañados de la pareja, el entrenador y los padres.
Todo esto eleva la carga económica, física y estrés, reflejándose en la salud mental del tenista, quien termina por lesionarse y retirarse temporalmente para recuperarse, pero eso implica perder lugares en la clasificación, afectando futuras participaciones.
Varios tenistas de nivel alto han declarado abiertamente que se sienten solos, que pierden motivación, que tienen gente cercana a ellos que dependen de sus resultados y una derrota, una baja de juego o una lesión, afecta de sobremanera a ese grupo.
La salud mental del deportista se va afectando con base en los resultados, y esto no le perjudica a Sinner, ni a Carlos Alcaraz, ni a Iga Swiatek, ni a los de primer nivel, por la cantidad de dinero que obtienen en premios y patrocinios, pero a un tenista que va al día, lo desbarata emocionalmente.
Los jugadores ganadores, los más talentosos, no tienen el problema económico. Su complicación es principalmente que se mantengan motivados, con un buen nivel tenístico, sin lesiones, bien en lo sentimental y con un balance físico que les permita tener continuidad, con una salud mental óptima.
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