Hoy en día no existe organización con o sin fines de lucro, que no se vean impactadas por la era digital y consecuentemente los modelos de operación han cambiado, al usar las herramientas en su ejecución, colocando al cliente o al usuario en el centro de la ecuación.
Hoy se habla de algoritmos; interacciones con la tecnología; establecer presencia digital; clasificar y crear conjuntos de datos, convirtiéndolos en información; repasar diferentes técnicas estadísticas que, permitan cribar los datos; fortalecer la seguridad cibernética; “blockchain” que significa transacciones más seguras; conducir experimentos más frecuentes y rápidos y lo más trascendente, construir una cultura que abrace el cambio digital y promueva el aprendizaje continuo.
La cultura digital crea oportunidades, a quienes lo quieran y sepan aprovechar, por lo contrario, es una amenaza para quienes dudan en adaptarla, los últimos se están quedando atrás, en beneficiarse con lo que tarde o temprano es inevitable, diría alguno, digitalizarse o perecer, esa es la cuestión.
Es imponderable entender la manera de mezclar las tecnologías, que pueden con algoritmos, traducir datos e imágenes, clasificándolos, reconociéndolos y permitiendo que generen predicciones con bases firmes.
Lo utilizan organizaciones a su favor, para tratar de anticipar cuando será la posible siguiente compra de un cliente, cuál es su perfil de lector y recomendarle libros, cuál pudiera ser su próxima película o serie a ver, cuando acudirá nuevamente al centro de salud. Los ejemplos anteriores entre muchas otras preguntas, sirven a quién proporciona el servicio o el producto, en el ánimo de adelantarse y aprender a conocer al cliente o usuario, en sus patrones diarios de consumo.
Preguntarse es una buena práctica, en aras de utilizar la tecnología digital, orientada a encontrar respuesta que, de manera análoga es muy complejo contestarla, por el detalle que implican.
Significa que la estructura de organización y los procesos estarán en continua transición, la velocidad en la que respondemos a los datos disponibles, es un impulsor clave en las organizaciones que se pudieran denominar digitales.
Lo más común es, grupos de trabajo que se forman al conjuro de una meta, trabajan con fluidez hasta conseguirla y una vez lograda, sus miembros pasan a ser parte de otros equipos que, están facilitando la consecución de la siguiente.
Para estimular el cambio continuo es importante que, desde el más alto nivel de la organización, tener claro que las herramientas digitales son las que nos van a dar la posibilidad de agilizar y en su caso, generar la rentabilidad de la inversión o bien, en el caso de las sin fines de lucro que los niveles de servicio, por ejemplo: en un hospital de la seguridad social, se eleven en favor de los usuarios.
Entender que todos tienen que participar y que es crucial invertir tiempo en la implementación de las herramientas digitales, con el propósito de asegurar que el cambio será la constante, requiere planeación, continuidad y seguimiento con base en un liderazgo que apoye desde el más alto nivel, los esfuerzos por materializarlo.
Aceptando que en el momento económico que estamos pasando y lo que se pronostica en términos de menor crecimiento a nivel mundial, es recomendable analizar la viabilidad financiera del futuro de las organizaciones, en la medida de lo posible disminuir deudas, en aras de tener medios de financiamiento y minimizar con sobriedad los gastos, ahorrar cuanto se pueda en lenguaje llano, amarrarse el cinturón. También es cierto, que la era digital como la 620, estación de A.M. de la Ciudad de México, llegó para quedarse.
Más nos valdría tomarlo en cuenta, lo que tarde o temprano es una asignatura pendiente de las organizaciones con o sin fines de lucro. Usted decide, si le entra al toro, como diría el maestro Pepe Alameda -que en gloria de Dios esté- “con apasionada entrega”, o hace “la graciosa huida”.
Profesor de asignatura del ITAM, Consultor y Consejero de empresas y miembro por varios años del Consejo Internacional de The Strategic Leadership Forum.