La guerra, para tener sentido, requiere anticipar la posibilidad de una victoria, entendida esta como el uso de la fuerza organizada para el alcance de un objetivo político. Esta máxima no ha cambiado desde que la hizo explícita el gran teórico de la aguerra, el general prusiano Karl Von Clausewitz, en 1832. Sin embargo, hay escenarios en los que la victoria resulta inalcanzable.
El pasado 7 de octubre la organización palestina Hamás, responsable del gobierno de la Franja de Gaza por elección popular, desde 2007, lanzó una ofensiva militar sin precedente en territorio israelí por tierra, mar y aire, dejando una estela de más de mil muertos, más de cien secuestrados como rehenes y, sobre todo, una enorme conmoción al haber logrado un ataque de tales dimensiones sin que el servicio de inteligencia israelí hubiera tenido noticia.
¿Cuál es el motivo del ataque? Es una larga lista de reclamos que van desde el incumplimiento de la creación de un Estado palestino, acordada hace tres décadas, hasta el allanamiento de la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén en 2021, por parte de la policía israelí, en busca de terroristas.
Israel es una de las principales potencias militares del Medio Oriente –en buena medida gracias al apoyo de Estados Unidos– y la única con capacidad probada para construir armas nucleares. Su capacidad militar rebasa, por decenas o cientos de veces, la capacidad militar de Hamas.
¿Por qué lanza Hamás una ofensiva militar a sabiendas de que no tiene ninguna posibilidad de un segundo ataque ni de defender su territorio frente a la esperada respuesta de Israel que unas horas después destruyó con sus bombarderos cuadras enteras de zonas urbanas de Gaza arrasando con todo? Peor aún, Israel tiene la capacidad de cortarles el suministro de electricidad, gas, alimentos y medicamentos, como ya lo hizo. Situación muy cercana a un estado de sitio.
¿Fue esto un grito desesperado de los palestinos para hacerse escuchar alrededor del mundo? El conflicto inició en 1948 cuando los palestinos se inconformaron con la creación del Estado Israel en el territorio que ellos ocupaban. Desde entonces ha habido varios intentos por recuperarlo, todos ganados militarmente por Israel que ha aprovechado para extender sus dominios en más y más territorio; el caso de Gaza y Cisjordania.
Desde que ingreso Hamás al gobiernen de Gaza en el año 2007, Israel y Egipto impusieron un bloqueo terrestre y marítimo que ha convertido a Gaza (un territorio de 360 km2 con 2.3 millones de habitantes) en “la prisión abierta más grande el mundo”. Los asentamientos israelíes han continuado en Cisjordania. Israel ha incumplido prácticamente todos los acuerdos alcanzados en las negociaciones de paz y ha hecho caso omiso de las resoluciones Naciones Unidas.
Israel presenta y justifica cualquier acción frente a los palestinos como de legítima defensa. Nadie les pide cuentas por los excesos y los acuerdos incumplidos y, a pesar de ello, siguen contando con el apoyo de las potencias que le dieron su origen. Ningún Estado árabe tendría hoy en día los suficientes incentivos como para enfrentarse Israel para defender la causa palestina.
La creación de Israel y sus subsecuentes acciones expansionistas han derivado en más de 10 millones de refugiados palestinos, la mayoría en los países árabes. En Gaza viven dos millones y tres más en Cisjordania. Más de 15 millones de personas viviendo en condiciones precarias sin Estado y sin sensación de futuro. Naciones Unidas tiene un contingente de más de 500 personas en Gaza con 72 instalaciones de asistencia y ayuda alimentaria diaria a más de un millón de personas. Varios de estos trabajadores y/o sus familias murieron en los recientes ataques de Israel.
El 50% de la población en Gaza en edad de trabajar está desempleada. Contar con energía, alimentos, medicamentos y otros básicos para la sobrevivencia de los habitantes de Gaza, depende de la buena voluntad de Israel, pues desde 2007 Gaza es víctima de un bloqueo total para la movilización de bienes y personas.
En ambos bandos las opiniones están divididas. Hamás gobierna en Gaza y la autoridad Palestina en Cisjordania. Hamás propugna por el enfrentamiento y la AP por la negociación. Y ambos tienen robustos argumentos para sostener su posición. Al interior de Israel también hay diferencias entre la línea dura – a la que pertenece el actual gobierno – y los moderados, que se encuentran tanto entre los políticos, como en la sociedad civil y en las mismas fuerzas armadas, donde hay quienes han constatado una y otra vez que la solución no está en las armas.
Al final la gran idea de las grandes potencias sobre cómo compensar a la comunidad judía por los estragos del holocausto de la SGM no resultó tan buena. El territorio generosamente asignado al nuevo Estado ya tenía dueño, que por cierto nada había tenido que ver con el holocausto y las cosas se hicieron de tal manera que el país se convirtió en zona de conflicto desde el día uno.
Israel y los palestinos comparten un territorio histórico para toda la humanidad, cuna de las tres religiones monoteístas. Pésimo ejemplo dan al mundo quienes, desde ese lugar, pretenden reivindicar su causa a través de la violencia y el sometimiento de la otra parte.
Difícil pensar que una guerra puede ser la solución a un error histórico cuyo desenlace puede ser, corregir y ajustar con la participación y responsabilidad de quienes lo cometieron con todos los actores involucrados, o terminar en una guerra de exterminio, más parecida al holocausto que a lo que quienes cometieron el error histórico todos los días proclaman como los valores de la civilización occidental.