Existen en la vida retos temporales y permanentes. Para México la relación con Estados Unidos es una constante. Pueden cambiar los gobernantes, las ideologías y las simpatías, pero la geografía y lo que de ahí deriva, no cambia. Con Estados Unidos se concentran el 80 % de nuestras interacciones con el exterior en comercio, inversión extranjera, migración, seguridad, recursos naturales, alimentos, administración de la frontera, etc.
La relación es importante para ambos gobiernos, pero lo es mucho más para México. A pesar de ser socios comerciales, Estados Unidos nunca ha considerado a México como un aliado político o militar. Debido a la enorme asimetría en todos los ámbitos, Estados Unidos tiene la capacidad de tomar medidas unilaterales de gran impacto para su vecino, mientras que México debe persuadir y convencer para que sus intereses se tomen en cuenta.
En la relación económica los gobiernos regulan y vigilan, pero quienes realmente definen el alcance de la relación son el mercado y los actores económicos. En Estados Unidos viven más de 40 millones de personas de origen mexicano. Difícil encontrar un mexicano que no tenga un pariente en el otro país. Las interacciones entre ellos se dan más allá de los gobiernos.
Sin embargo, hay temas cuya gestión es esencialmente gubernamental, de dinámicas muy complejas y en los que existen precondiciones no solo para solucionar un problema, sino para contar con esquemas ágiles y efectivos de cooperación. En una relación asimétrica, la parte más débil es la que tiene la mayor parte de la carga de trabajo para diagnosticar y proponer esquemas y líneas de acción que resulten aceptables para la otra parte.
En todos los temas es importante contar con al menos cuatro insumos para una buena negociación: una estrategia con objetivos y metas claras; información adecuada y diagnósticos certeros sobre cada uno de los temas a negociar; funcionarios y negociadores con experiencia y con conocimiento de sus contrapartes (las relaciones de confianza no se crean de la noche a la mañana); capacidad para influir en las decisiones de los actores involucrados en México y en Estados Unidos y, presupuesto, para armar y operar un andamiaje institucional acorde con los retos por enfrentar.
En México estas condiciones no se cumplen prácticamente en ninguno de los temas con Estados Unidos. En el ámbito migratorio el actual gobierno ha cedido a todas las demandas de Estados Unidos sin recibir nada a cambio. La infraestructura mexicana para la administración de la migración es paupérrima y la política migratoria de contención y expulsión, la operan mayoritariamente los militares. No existe ningún mecanismo ad hoc de negociación con Estados Unidos sobre el tema.
En el tema de seguridad el actual gobierno de México terminó con la Iniciativa Mérida - el mecanismo de cooperación existente - y lo sustituyo por un Acuerdo Bicentenario hasta ahora ayuno de recursos, personal y resultados. La acción más relevantes del actual gobierno fue el rescate del general Cienfuegos, acusado y detenido en Estados Unidos por vínculos con el narcotráfico. La relación entre agencias de seguridad se deterioró y ahora existe una creciente
presión por el tema del fentanilo, que incluso es parte de su agenda electoral. El combate eficaz al crimen organizado - el principal problema de México - solo es posible con inteligencia de calidad, lo que requiere niveles de cooperación con Estados Unidos que estamos lejos de alcanzar.
La presidenta electa de México y la mayor parte de sus colaboradores cercanos cuentan con poca o nula experiencia internacional. El candidato para ocupar la secretaría de Relaciones Exteriores es un respetable médico, cuya experiencia diplomática se acota a los últimos cuatro años y que conoce la secretaria solo como visitante. La mayor parte de los titulares de las embajadas y consulados generales son ahora nombramientos políticos. El servicio exterior de carrera ha pasado a un segundo plano. Una de las decisiones más sorprendentes del actual gobierno fue la desaparición de la subsecretaría para América del Norte, un sinsentido para todos efectos.
Si a esto sumamos el alineamiento de la presidenta electa a la visón de su mentor político, las expectativas de cambios o de una nueva estrategia de política exterior son muy bajas. Sin embargo, el mundo de la política es impredecible. Una crisis económica inesperada, medidas extremas del próximo gobierno de Estados Unidos en materia migratoria, en la administración de la frontera o en los temas de seguridad (todas posibles en las actuales condiciones) podrían obligar a un cambio no planeado pero inevitable. Estaríamos entonces en otro escenario, quizás deseable para México, pues obligaría a hacer ajustes que hemos pospuesto por varias décadas.