Con esta célebre frase el poeta Paul Valéry describió lo que veía venir en 1914 en Europa con el inicio del Primea Guerra Mundial. Efectivamente, de pronto hay virajes que nos cambian el curso de la historia, no necesariamente para bien.
La llegada de Donald Trump para un segundo periodo presidencial en Estados Unidos no augura nada bueno para el resto del mudo y dudosamente lo será para Estados Unidos, una sociedad polarizada, con una economía frágil y un claro repliegue en lo que otra fue su liderazgo mundial.
Su posición frente al conflicto de Israel es claramente a favor de Netanyahu. Ha amenazado a los palestinos en Gaza con “conocer el infierno” si no sueltan a los rehenes antes del 20 de enero. Mas allá de sus bravuconadas, es claro que su aparición en la zona lejos de ayudar a la solución de este histórico conflicto, contribuirá a profundizarlo y a alejar, por lo menos por varias décadas, un camino de solución.
En Rusia lo más probable es que Trump dé marcha atrás en la autorización que le dio el gobierno de Biden a Ucrania para utilizar las armas de largo alcance en ataques a la Rusia territorial. La relación entre Trump y Putin es críptica, pero data de muchos años. Para efectos del conflicto con Ucrania podemos asumir que Trump hará poco para detener a Putin.
La posición de Trump frente a Ucrania, aunada al distanciamiento con los europeos y a su reticencia a fortalecer a la OTAN, llevará a disminuir aún más los niveles de cooperación internacional para enfrentar conflictos y para administrar crisis. Actualmente Trump cuenta con muy pocos gobiernos amigos y es considerado un socio poco confiable.
Para Trump el enemigo a vencer es China, un hueso muy duro de roer si consideramos no solo su poderío económico - similar al estadounidense-, sino las fortalezas del andamiaje institucional del Estado para lidiar con cualquier tema, aunado a una histórica tradición de actuar pacientemente y con cabeza fría, lo que neutraliza el efecto de las amenazas de Trump.
En el hemisferio occidental es muy probable que presenciamos una nueva versión de guerra fría pero ahora entre dos superpotencias económicas. Se espera que sea una guerra de aranceles, tecnológica y de posicionamiento en los mercados para comercio e inversión en la que China ha logrado avanzar en forma estrepitosa en las últimas décadas.
Para América Latina el gobierno de Trump tendrá poco que ofrecer, como ha sucedido con la mayor parte de sus antecesores. El alineamiento frente a China su buscará a través de amenazas y presiones, pero sin incentivos para la cooperación. Muy poco probable que encuentre tierra fértil con esta estrategia.
Para México el panorama por venir con Trump resulta particularmente delicado. Trump tiene ya experiencia con los gobiernos de Morena. Sabe que México sí responde a sus amenazas y que de hecho lo hace de inmediato, a través de las mañaneras, con más retórica que sustancia. Sabe también que México cuenta con un andamiaje institucional débil y cuadros con poca experiencia para negociar con sus contrapartes en Estados Unidos.
Los nombramientos de la segunda administración Trump en temas que interesan y afectan a México - seguridad, migración, frontera, comercio y energía -, son preocupantes, pues coinciden con la línea dura del presidente. Pete Hegseth, propuesto para ocupar el Departamento de Defensa favorece la idea de utilizar al ejército en cuestiones migratorias (para colaborar en las deportaciones masivas) así como la posibilidad de utilizarlo para combatir a los carteles de las drogas en territorio mexicano.
Lo que el poeta quiso decir con su célebre frase es que, con la información disponible, difícilmente podemos esperar que el futuro inmediato será mejor que el presente. En este artículo hablamos de Trump y del efecto negativo que tendrá su llegada al poder para el mundo y para México. Sin embargo, como ciudadanos de México y del mundo, contamos con nuestra propia parcela para intentar hacer del mundo un mejor lugar.