El arranque del año en el ámbito de las relaciones con el exterior no resulta muy halagüeño. El mundo está muy movido, el gobierno de la segunda administración Trump se antoja temerario y temas como la presencia del crimen organizado y la exportación de drogas, la migración mexicana en Estados Unidos y la revisión del T-MEC, por no mencionar el resto del mundo, parecen rebasar las capacidades del gobierno de México.

Para enfrentar estos hechos, en la inauguración de la reunión anual de embajadores y cónsules generales el canciller De la Fuerte no dio mayores atisbos de hacia dónde movernos más allá de exhortar a nuestros cónsules en Estados Unidos a atender las necesidades de los migrantes mexicanos de concretarse las deportaciones masivas anunciadas por Trump. No hubo ningún anuncio para fortalecer las ya de por sí muy diezmadas capacidades de los consulados con nuevas plazas y y recursos para hacer su trabajo.

Mucho insistió el canciller en el carácter principista de nuestra apolítica exterior, aunque no se refirió a países ni temas específicos sobre cómo aplicarlos. Solo hizo referencia a la atracción que sobre la inversión extranjera podría tener el tren transístmico, lo que obliga a promover su adecuada promoción en el exterior y se congratuló por la adopción de una política exterior feminista, aunque tampoco mencionó como se traduce esto en los hechos.

La conferencia magistral de Lorenzo Meyer sobre el humanismo mexicano seguramente le resultó anticlimática a más de un participante que se habrá preguntado ¿de qué sirve el humanismo mexicano para diagnosticar, formular y ejecutar la política exterior?

El conferencista insistió en el humanismo mexicano como algo de lo que debemos estar muy orgullosos, vivirlo y promoverlo en México y hacia el exterior, en particular nuestros diplomáticos. Sin embargo, cuando algún egregio diplomático mexicano le pregunto cómo se aplica en Ucrania y en Gaza, el académico contesto que eso era muy complicado, que el humanismo mexicano era para vivirse hacia adentro, no hacia afuera.

Al día siguiente se reunieron embajadores y cónsules en Palacio Nacional con la presidenta Sheinbaum. De lo que trascendió de esta reunión la presidenta centro su intervención, como lo hizo su canciller, en la situación de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y en el exhorto a los cónsules a hacer alianzas con organizaciones sociales defensoras de lo migrantes.

Sin duda hubiese sido un buen momento para anunciar el nombre del nuevo embajador o embajadora de México En estados Unidos o de ratificar al actual. La presidenta Sheinbaum Insistió en que los diplomáticos deben “hacerse notar “. Desde hace tres año no se nota la presencia del embajador de México en Washington. No deja de sorprender que a más de tres de meses, el actual gobierno no haya hecho el nombramiento diplomático más importante para México.

Desde otro orden de gobierno, el pasado 26 de diciembre, en un hecho inédito, la bancada de Morena del Senado mexicano, publicó un documento en torno a la posibilidad de nombrar terroristas a los carteles mexicanos por parte de Estados Unidos. El documento no analiza

jurídicamente lo que significaría esto para el gobierno de Estados Unidos; y al final parece ser esencialmente un espaldarazo a lo que llaman la política anti injerencista de la presidenta Sheinbaum.

Lo que llama mucho la atención de este documento es la referencia que se hace a la necesidad de apoyar al gobierno de Sinaloa, única entidad federativa que se menciona, lo que hace dudar sobre el origen y propósito del documento.

En las presentaciones mencionadas se enfatizaron principios valores con amplias y jugosas referencias históricas; en ningún se habló de política exterior, de objetivos y de estrategia. Todo parece indicar que, efectivamente, la mejor política exterior, seguirá siendo la política interna.

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