Históricamente todos los intentos por homogenizar a una comunidad, pueblo o nación, en un solo pensamiento o forma de actuación, han terminado en fracaso. Los sistemas que han intentado socavar y suprimir el pensamiento y la iniciativa individual, la diversidad y la pluralidad, al final han resultado inviables.

De estos intentos han surgido los gobiernos autoritarios y altamente represivos, como la forma de imponer la homogeneidad, pero al final ninguno de ellos ha logrado cambiar la naturaleza humana. La reconquista de las libertades individuales y el pensamiento distinto terminó con los regímenes llamados socialistas del Siglo XX, que pretendían dicha uniformidad supuestamente en aras de la justicia social.

Como la mayoría, México es un país con un amplio mosaico de historias, etnias, preocupaciones y necesidades, distintas entre sí, a partir de visiones del mundo y construcciones culturales de gran diversidad. Entre el ciudadano fronterizo de Tijuana y el agricultor de la selva lacandona, pocas similitudes encontramos. Entre un pescador de la costa pacífica y un joven profesionista de la ciudad de México, existen diferencias enormes en su cotidianidad y en su manera de ver el mundo. Pretender que todos lo vean de la misma manera es una quimera y conlleva enormes riesgos para cualquier país.

No es una casualidad que los países que han alcanzado mayores niveles de desarrollo y calidad de vida sean aquellos en los que la diversidad y la pluralidad están profundamente arraigados en el imaginario político y social. Existen reglas de convivencia, que aplican a todos por igual, pero no para regular el comportamiento y el pensamiento individual. Más aún, la diversidad, la pluralidad y la tolerancia son las mayores fuentes de creatividad en la economía, la ciencia, el desarrollo social, la cultura y hasta el entretenimiento.

México pasa por un momento complicado. El actual gobierno federal no cree en la pluralidad y la diversidad, tampoco en la tolerancia. Para su actual líder el mundo ideal es aquel en el que todos se alinean a su pensamiento, los distintos poderes e instituciones del Estado se subordinan al Ejecutivo y los medios de comunicación se dedican a ensalzar sus logros. Los centros de investigación y pensamiento y las organizaciones sociales se convierten en un estorbo.

Si indagamos en la historia de cualquier país en el que se ha logrado imponer un régimen homogeneizador, intolerante y a la larga autoritario, existían al momento de su surgimiento, por cualesquiera sean las razones, altos niveles de inconformidad, malestar social y deseo de cambio, lo que lleva al electorado a pensar que efectivamente los castillos en el aire pueden hacer de este un mundo mejor. Así ha sucedido en muchos países en los que la institucionalidad democrática estaba ausente o era endeble. Desafortunadamente ha sido también el caso de México. Construimos una democracia con muchos vicios y lagunas y estamos pagando las consecuencias.

Lo interesante y alentador es que no obstante los intentos de la 4T y su líder por homogeneizar este país, la pluralidad y la diversidad persisten y los anhelos por mantenerlas se fortalecen. Cuando estos anhelos se traducen en inconformidad, abren el camino a la acción política.

Democracia es sinónimo de alternancia y pluralidad. El próximo año los mexicanos tendremos de nuevo la posibilidad de elegir el gobierno más acorde con nuestra visión de país. La respuesta la tenemos los ciudadanos, pero para ello requerimos de un candidato que reconozca la pluralidad y la diversidad de los mexicanos; que vea hacia las oportunidades del futuro y no hacia los fantasmas de pasado; que plantee soluciones a los problemas en lugar de señalar culpables; que sea incluyente y no discrimine; que busque la unidad y no la polarización y que coloque a México en el mundo en el lugar que nos corresponde.

Pasaron ya los tiempos en que los partidos políticos las tenían todas consigo, se apropiaban de las elecciones y luego del poder. México requiere más que nunca de un candidato y de un gobierno de coalición que, además, cuente con el apoyo y la confianza ciudadana, que sea transparente y confiable. Resulta imposible construir el futuro con las soluciones y los métodos del pasado.

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