A la memoria de Arnoldo Kraus
El ejercicio del poder en el ámbito internacional no solo depende de la capacidad militar acumulada o de que tan robusta es la economía, sino de la forma en que este poder se puede utilizar para alcanzar objetivos de política exterior.
Estados Unidos ha logrado acumular el mayor poderío militar de la historia. Sin embargo, este poder de poco le sirvió para contrarrestar los ataques terroristas del 2001 en su territorio. Una guerra frontal contra el terrorismo islámico no estaba en sus planes de defensa.
Recientemente el presidente Trump ordenó el despliegue naval de Estados Unidos en las costas de Venezuela. El presidente Maduro esta acusado de ser el líder de una organización de narcotraficantes, ahora calificados como terroristas en la agenda de riesgos estadounidense. Nadie sabe a ciencia cierta el propósito de este despliegue. Resulta claro que esto no es suficiente para que Maduro desaparezca y proceda un cambio de régimen. Invadir países para perseguir narcotraficantes. no parece ser la mejor vía.
Estados Unidos enfrenta un problema similar en México y en otros países de la región en los que no necesariamente se acusa al régimen de estar coludido con el narcotráfico, pero en donde se encuentran los principales enemigos de Estados unidos. Es claro que la Unión Americana no cuenta con una estrategia militar que le sirva para estos propósitos.
En el caso del terrorismo internacional y del narcotráfico, los limites en el uso del poder están dados por el perfil del adversario. Sin embargo, existen otros escenarios en los que los límites del poder han sido autoimpuestos. Para influir como potencia en la resolución de un conflicto regional el primer requisito es actuar desde la neutralidad y dar trato similar a todas las partes involucradas. El presidente Trump ha pretendido resolver estos conflictos (Ucrania y Gaza) con clara preferencia por alguna de las partes, lo que le resta credibilidad y autoridad moral. Hasta ahora sus iniciativas no han dado ningún fruto.
La segunda condición para coadyuvar a la resolución de conflictos regionales es la concertación entre los involucrados y los más cercanamente afectados. Esta probado ser este el camino de una paz duradera. En el cao de Trump la imposición sustituye a la concertación. Resulta sorprendente, sobre todo en el caso de Ucrania, que Trump pretenda avanzar en una solución sin siquiera tocar base con la Unión Europea. Sus iniciativas solitarias están destinadas al fracaso.
Ser un socio confiable y con credibilidad resulta imprescindible para ser tomado en serio en el orbe mundial. Durante varias décadas Estados Unidos mantuvo un liderazgo anclado en la calidad de su diplomacia, sus programas de asistencia internacional y su activo papel en la construcción y funcionamiento de los organismos internacionales.
Estados Unidos, por decisión del presidente Trump, ha perdido estos tres componentes de poder, lo que indudablemente limita la eficacia de su andar internacional. Ha privilegiado el nombramiento político de embajadores desplazando al personal de carrera; canceló los recursos de la USAID, la agencia de asistencia internacional más grande del mundo (tenia 40 mil millones de dolores de presupuesto para 2025); y ha reducido al mínimo la participación de Estados Unidos en los organismos multilaterales. Estas decisiones han ido en menoscabo del prestigio, liderazgo y credibilidad de Estados Unidos en el exterior.
Finalmente, la política comercial de Estados Unidos, como la plantea el presidente Trump, esta muy lejos de servir para generar relaciones de confianza y cercanía con Estados Unidos. Solo en America Latina, de once acuerdos comerciales que había con Estados Unidos antes de la llegada de Trump, , diez han sido cancelados de facto unilateralmente por su gobierno. Solo el TMEC sigue vigente, que incluye a México y Canadá, sus vecinos inmediatos. Este es el caso más claro de su modelo de favorecer la imposición sobre la negociación y la concertación.
China es un país muy distante a America Latina, en geografía y cultura. Sin embargo, hoy en día es el segundo socio comercial de la mayor parte de los países del continente y en algunos casos, como Brasil, el primero. China es también uno de los principales inversionistas en América Latina. De igual manera, a pesar de las grandes diferencias en idioma y cultura política, en las últimas décadas China ha incrementado su presencia en países de Asia, Europa y África con comercio e inversión, desplazando para muchos efectos a Estados Unidos.
Todo parece indicar que el proyecto de Trump para Estados Unidos adolece de un enorme hueco en la parte internacional por falta de presencia, aliados y socios, hueco generado precisamente durante su administración. Las consecuencias no tardarán en llegar.
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